miércoles, 28 de agosto de 2013

Mi viaje por el Jónico en el Alisio (7-22 de agosto)


O Alysio, como dice Joseba. Buena señal el nombre para una hija adoptiva de las islas en las que estos vientos soplan, como yo. Y necesitada de buenas señales iba, porque saber, saber…poco sabía de cómo sería el viaje. Y apenas había navegado, nunca de esa manera. Había decidido lanzarme a la aventura, dejarme llevar.
E hice bien. Pisamos tierra griega en el aeropuerto de Atenas y tras unas horas de autobús local, hice parada en Delfos. Allí me sorprendieron el sonido de las cigarras y el olor intenso de los pinos. Las ruinas son bonitas, sobre todo por su enclave con vistas a los montes y al mar…pero ninguna mención al oráculo. Sí al dios Apolo por quien fueron levantadas estas piedras.
Esperando otro bus local conocí a Begoña y a Ana, con quienes bajé hasta Itea, donde nos esperaban el barco y el resto de la tripulación: el capi Joseba, Amaia y Juanjo. Decidimos comer en el puerto. Había cierta alarma por si era vegetariana (¿?). No me apresuré a desmentirlo pidiendo mi primera ensalada griega en lugar de kebab de cordero.
Y ahí empezó la travesía. Tardé en acostumbrarme a que el suelo se moviera y a esa “falta de estabilidad” que dan las olas y el viento. Pero gracias a la amabilidad del resto de los tripulantes, que seguro estaban más preocupados que yo de cómo me fuera a sentar, pude disfrutar del aire y el mar tumbada en cubierta.
Navegamos por el golfo de Corinto rumbo al Jónico. Al caer la noche llegamos a un pequeño puerto en el que atracamos, en la isla de Trizonia. Había unas pocas casas blancas con contraventanas de color, una iglesia y varios chiringuitos junto al mar, de ambiente marinero y sencillo. Poca luz, amarilla, todo me recordaba a la película de Mamma Mía, rodada en una de las islas del Egeo. Quizá también el cansancio del viaje y la falta de sueño, la sensación era de irrealidad, de fantasía, de desubicación. Y junto al mar cenamos. Sardinas, calamares, queso frito… Todo delicioso. Y descubrí que las infusiones para acabar la cena en Grecia no se llevan. La respuesta a mi petición de una camomille fue: caliente????? Pero me encanta la sandía, postre griego por excelencia, al menos en verano.
La primera noche durmiendo mecida por las olas del mar fue otra nueva y bonita experiencia. Se descansa fenomenal, a pesar de la falta de espacio en el camarote.
A la mañana siguiente paramos en Lepanto, con su bonito puerto y sus murallas. Bajamos en gomona hasta la playa, donde la gente tomaba el sol y se bañaba. Yo me sentía como “de los invasores”, pero nadie pareció extrañarse de que desembarcáramos entre toallas y dejáramos allá la gomona para caminar por el pueblo! Calles estrechas y restaurantes con vistas al mar, buganvillas…La gente muy amable. Volvimos nadando, gracias a que Juanjo se prestó a remar hasta el barco con todas nuestras pertenencias.
Todo lo que narro para mí resultaba ¡una aventura continua! Era todo novedoso, divertido.
También continuar travesía y las maniobras: velas, cabos, nudos…Yo no tenía ni idea, así que me prestaba a tirar de cuerda, para lo que no se necesita mucha ciencia.
Y navegar sólo contemplando el mar, azul oscuro, escuchando sus sonidos, las olas, el viento, las velas, sintiendo la caricia de la brisa en el cuerpo…es completo, total.
Vimos el canal de Patrás y su puente.

Por la tarde entramos en un puerto con casas al borde del agua, con embarcaderos en la puerta y mucha vida en la orilla: los niños jugando, la gente reunida charlando, preparando la cena. Allí fondeamos y, aunque el agua era más turbia, como de marisma, salió a saludarnos una tortuga y nos hizo compañía durante unas horas.
O fue aquélla la noche en que fondeamos en una cala paradisíaca de Itaca? Una de tantas otras noches que me esperaban? Aguas transparentes, verde-azuladas, en las que nos zambullimos desnudos. Temperatura ideal. Luces rosas del atardecer. Verdor en la tierra cercana, desde la que nos llegaba el canto de las cigarras. Noche sin luna sembrada de estrellas. Gin-tonic. Buena compañía. Buena cena. Estrellas fugaces. Deseos? Yo ya no pido, pero que sean. Sueño mecidos por las olas. Qué es la vida? Qué la buena vida sino ésto? Tras mi segunda y tercera jornadas marineras sabía que había hecho bien en ir.
Creo que fue al día siguiente cuando nos encontramos con un barco amigo, valenciano, el Nan. Con Vicente, Lourdes y Toni y los hijos de estos últimos: Angela y Lucas. Y la algarabía, la energía y la alegría de la juventud muy joven! Acabó la paz!
Esos días navegamos acompañados de delfines. Unos seis u ocho, en grupos más pequeños. Me encantó verlos asomar su aleta dorsal y esconderla, saltar, emerger y volver a sumergirse en una bonita coreografía. Paramos en una calita preciosa a darnos un baño y comer mientras los contemplábamos. También vimos Skorpio, y nos bañamos en sus aguas, espiados por los ojos vigilantes de la seguridad de la isla. Es preciosa, parece un juguete. Verdísima, con una perfecta combinación de matorral bajo, árboles de copas redondas y cipreses moteados alzándose verticalmente desafiando la gravedad.
Y las cigarras cantando. Allí donde nos acercábamos a tierra nos re-encontrábamos con su sonido.

Llegamos a la isla de Lefkada, a Vliho, donde paramos para realizar una consulta mecánica. Es el puerto en el que descansa el Alisio tras la larga temporada de navegación. Allí vive también su mecánico, Takis. Conocerlo resultó toda una experiencia. Estábamos atracando en su sitio, delante de su oficina, por decisión del capitán, Joseba, tanto nuestro barco como el Nan, cuando aparece una figura menuda, con manos y pies gigantes, pelo largo cano recogido en coleta, piel tiznada por el sol…Fuerza bruta…Sin hablar, haciendo ademanes para que no atracáramos allí sino donde él indicaba, con evidente malestar. El resto era silencio y quietud…Las personas ni pestañeamos. El viento no soplaba y no creo que hubiera ni olas…Respeto. Pedazo de griego! Qué personaje! Tras la corta maniobra, abreviada por su pericia y la formalidad con la que respondimos, derechito subió al barco. Silencioso, mirada al frente, nada/nadie a su izquierda; nada/nadie a su derecha, sin distracciones ni entretenimientos, derechito al capitán. Duelo de titanes/lobos de mar: Takis el griego/Joseba Iparaguirre. Suerte que necesitaban intérprete, Juanjo, que en una lengua que no era la materna de ninguno, el inglés, se hacía entender. Y suerte que yo estaba allí y, aunque nadie me hacía caso, tampoco parecía molestar, así que me quedé a contemplar al griego de cerca y a escuchar el diálogo mediado: El griego que si comprar inversor nuevo, imposible sólo pieza porque vienen en paquete y ha cambiado la casa que las fabrica y son más grandes; el bilbaíno de valencia que nada de cambiar el inversor y gastar ese pastón, que en Valencia conoce gente que le hace el apaño. Y tras palabras para aquí y para allá se acuerda que, de todas formas, el griego mirará el motor y dará su veredicto. La escena repetida: nada/nadie a la derecha; nada/nadie a la izquierda, derechito el griego va al motor. Tras unos minutos ¡aparece con una sonrisa! Definitivamente, a mí este griego me gusta! El veredicto es favorable, el inversor necesita un ajuste pero aguantará. Se cierran la reparación y el duelo con cerveza. Cerveza que toman los dos gigantes no sabemos cómo ni dónde porque eso también es cosa de ellos. Total, los de la izquierda y derecha tampoco estábamos antes, existíamos? Genial, me encanta este griego.

Y también la recuperada experiencia del agua dulce sin límite para la ducha, al estar conectados a la de ¡Takis!
La cena en una localidad cercana fue otra vivencia griega muy interesante: una carnicería en la que elegir lo que quieres comer, una parrilla llena de carne de distintos tipos, y montones de mesas, grandes, llenas de griegos, en familia, esperando para cenar. Y más que esperamos nosotros! Porque dan prioridad a los locales. Me gustó mezclarme con los del lugar y observarlos: hombres y mujeres aparte. Muchas de ellas con vestidos largos y llamativos. Ellos con ese montón de pelo que nace en mitad de la frente, que se estrecha. Y esa pose, esa altivez. Y son super amables, pero tienen una forma de hablar también algo seca, orgullosa.
Estos son lugares a los que no llega un turista, bonitos rincones que descubrí con los tripulantes del Alisio.
A la mañana siguiente nos despedimos de Begoña y Ana, que volvían a España. Y disfrutamos de una mañana novedosa, a pesar de su cotidianidad. Desayunamos café frapé y bollería local en una “bakery”, limpiamos el barco, compramos comida y bebida e hicimos colada en el puerto. El lugar tampoco tenía desperdicio: chatarrería de barcos donde estaban los cascos fuera de su húmedo elemento, algunos en proceso de reparación o de pintura, otros totalmente abandonados. Y un lodge: elevado a unos dos metros del suelo un barco transformado en la vivienda de unos ingleses, con la “piscina” habilitada como sala chill-out ibicenca, con mosquitera y montones de cojines para tumbarse en ellos y contemplar atardeceres. Estupendo. En realidad, para vivir e, incluso para ser felices, necesitamos mucho menos de lo que pensamos.
En la misma chatarrería encontramos un baño, ducha, y una habitación con 2 lavadoras a fichas. La llave: debajo de un ladrillo. Un clásico. Y, subiendo las escaleras, la solana: un espacio con columnas de cemento, como pendiente de ser terminado, con alambres extendidos entre las columnas a modo de tendedero. Por eso hacer la colada fue tan nuevo e interesante para mí, que ya llevo unas cuantas! Ahora, tender y recoger lo tendido con el solajero calentándote la cabeza era una tortura. Y es que en Grecia en agosto sólo se está a gusto navegando y en el agua!
Así que por la tarde volvimos a navegar, a desplegar velas, a escuchar las olas, el viento, a sentir la brisa y el agua en la piel…a seguir regocijando los sentidos. Contentos con el motor como nuevo, la despensa llena y también el depósito de agua, y la promesa de ducha dulce diaria…un lujazo.
Seguimos la navegación rodeando Itaca, parando en sus calas a nadar, hacer snorkel, o bajar a tierra para ver diversos pueblos.
Otro atractivo de la travesía: las paradas. Llegbáamos a algún lugar, baño. Desnudos. Al mediodía cervecita o clara, con patatas fritas. Comidita. Preparada por Amaia con mucho cariño, excepcional cocinera. Al atardecer gin-tonic. Y baño de agua y estrellas. O de luna. Y el silencio interrumpido sólo por el oleaje y, a veces, por las cigarras. Uno se acostumbra rápido a estos pequeños placeres que viajar en el Alisio lleva consigo.
Lo cierto es que se mezclan los días y los lugares. Una noche nos despedimos del Nan, que volvía a Valencia, y fuimos hacia Zakynthos a recoger a nuestros nuevos tripulantes. Larga travesía de tarde para llegar a las cuevas de Zakynthos al atardecer, fabulosas.


Paredes de piedra clara, con grandes agujeros en los que se introducía el mar azul turquesa. Fondeamos junto a una pared, en compañía de dos grandes barcos italianos, uno a cada lado. O el de estribor era inglés? La velada fue tranquila, estábamos solos los cuatro, y cotilleamos las vidas de nuestros vecinos. Un poco, mero entretenimiento. El barco de babor tenía una biblioteca impresionante que fue la envidia de nuestro capitán. La noche espléndida. La quietud, la pared de piedra reflejando la luz de las estrellas, el mar también de espejo. Nos fuimos a dormir con la promesa de un baño matutino en las cuevas. Pero a la una de la madrugada el mar nos despertó. Agitado, enfadado. Ni pizca de viento. El Alisio subía y bajaba con la fuerza de las olas, acercándose y alejándose de la pared de piedra que ahora resultaba amenazante. Los barcos vecinos ya recogiendo los cabos a tierra para salir, y el ancla. Nosotros preparados para maniobra. Y el capi al timón. Y el motor no arranca. Y baja a probar el arranque de emergencia. Y tampoco arranca. Los vecinos, que ya no parecen vecinos sino ajenos desconocidos, se alejan y nos dejan a nuestra suerte. Sorpresa! Yo creí que existía de veras lo de la solidaridad entre la gente del mar! Al final no sé cómo el motor despertó y salimos de allí. Decisión del capi: navegar de noche haciendo guardias y nueva visita a Takis. Y recoger allí a nuestros nuevos compañeros. 
Me tocó la guardia de la mañana, a partir de las 6, con Juanjo, ventajas de ser novata! Y, como no hay mal que por bien no venga, pudimos contemplar un bonito amanecer, con la isla de Atokos emergiendo del agua rodeada de luz rosada.
De nuevo en casa Takis, cansados, la jornada resultó similar: compra-colada-agua dulce. Comida en la tabernuqui: sardinas, calamares, pulpo, ensalada griega, cervecita alpha…Los nuevos tripulantes: Nieves, Julen y Mª Jesús. Mucho más versados que yo en las artes de la vela y el mar y con muchas más jornadas marineras a sus espaldas.
Con todo solucionado de nuevo seguimos travesía hacia el sur: Cefalonia y de nuevo Itaca, aunque esta vez con el sonido de la canción de Lluis Llach que Nieves llevaba en su iphone, coreada a voz en grito por todos, Vathi de Itaca donde bajamos a compra souvenirs y helados… Kefallonia, y de nuevo Zakynthos donde por fin hicimos snorkel entrando y saliendo de las cuevas… Calas fabulosas, navegación con vela, o con motor, más baños de ola, y cervecitas, y patatas y gin-tonic y pistachos.
Y más noches con baño alumbrados por una luna grande y redonda, y amarilla como un queso.

En una travesía por la mañana el capi soltó el anzuelo y…pescamos un atún! Fue alucinante. La habilidad con que Joseba recogía la cuerda, sacaba al pez del agua, lo mataba. Más tarde cómo lo partían y separaban los lomos, las ventrescas…Y saborearlo acompañado de cantidades enormes de cebolla pochada y tan bien cocinado por Amaia…Otra aventura fabulosa.
Los últimos días de mi viaje hicimos bajada a tierra en varios lugares: en la capital de Zakynthos para comprar. Me hicieron gracia las jugueterías que mostraban su entrada con un playmobil gigante. Y en la bahía de Pylos, donde fondeamos un par de noches. Maravillosas aguas cristalinas, peces y algas, la luz de los atardeceres, la luna llena…no me canso de repetirlo. Pero es que es un goce. Una mañana bajamos para caminar rodeando una laguna, bañarnos en una playa de agua verde turquesa como caribeña, y subir hasta unas cuevas naturales y las ruinas de un castillo. La jornada fue espectacular. Desde arriba podían contemplarse el mar abierto, la pequeña playa, las marismas, unas salinas abandonadas, el verdor de los olivos, los restos de la muralla de piedra… Una gran variedad de escenarios en uno solo. La subida fue dura por la hora: ya cascaba el sol. La bajada nos regaló nubes y algo de brisa, y nos recompusimos. Con el baño posterior en el mar como nuevos. Y comimos el fresquito y riquísimo atún. Alguien ha disfrutado de mejores vacaciones?
En Pylos, pequeño y encantador pueblito de mar, también se visita el castillo. Y es lo que hice en mi última jornada en Grecia. El castillo merece la pena: muy bien conservado, en un emplazamiento inmejorable, con vistas a la bahía, al mar abierto, a acantilados de aguas oscuras…Con una mezquita en restauración, con buganvillas trepando sus paredes…Con varias salas de exposiciones o videos…Y los pinos con su verde olor y las cigarras con su cantar, que salieron a despedirme igual que me dieron la bienvenida a tierras griegas.
No me gustan los viajes ni las despedidas. Así que mejor breves. Dejé el Alisio y a su tripulación preparados para comer. Mesa y compañía que disfruté y echo de menos. Que tengáis una buena travesía y sigáis disfrutando de lo que mares y tierras griegos, la navegación y el Alisio ofrecen a todos vuestros sentidos, que es mucho. Y de la aventura, porque aunque la ruta sea repetida nunca la experiencia, no en el mar.
Elena

lunes, 26 de agosto de 2013

De Navarino a Koroni


Por la mañana tempranito fuimos a Pilos, ciudad importante en la bahía, visitamos el castillo y nos tomamos una Mythos en la placita mirando al mar. Sobre las 4 de la tarde, se marchó Elena usando los servicios de KTEL. Nuestra salida de la bahía de Navarino fue espectacular como podeis ver en la imagen.




Tras una suave travesía llegamos a Methoni , donde visitamos el castillo y la torre turca.




Era el viernes 23, día muy especial ya que celebramos el cumple de Juanjo con una exquisita tarta, como se aprecia en la foto.




Por la tarde nos fuimos a Koroni, y disfrutamos recorriendo las murallas y las magnificas vistas de la bahía.




En esta otra foto se ve la ciudad de Koroni con sus bares y su animación nocturna, que nos hicieron vivir una noche plagada de sueños acompañados de música y resonar de campanas, Friday Night Fever!!!



miércoles, 21 de agosto de 2013

De Itaka a Navarino


                De Itaka a Navarino


Este blog había sido abandonado por……

Hoy el Capi nos ha puesto las cosas imposibles: nada que hacer, calma chicha,  …es decir, hay que escribir algo o nos quedamos sin cenar.


El pasado viernes, teníamos que embarcar en Zakynthos (Julen, Maria Jesús y Nieves), pero la noche anterior se había producido un aterrador percance: estando fondeados saltó un viento que les arrojaba contra las rocas y decidieron salir por patas. Intentaron arrancar el motor, y éste falló, volvió a fallar, TERROR, PANICO…. !!! Finalmente arrancó y salieron disparados a casa (Vliho, Lefkada)


                     


A las 3:20 de la madrugada nos sonó el teléfono desembarcando del avión en Atenas y nos llegó un sms: Ir a Lefkada y no a Zakynthos, estamos navegando.

Llegamos a la isla, que ya conocíamos de hace dos años y allí los encontramos, Pensando que el motor había sido arreglado,  partimos rumbo sur y fondeamos en Meganisi.


Después de visitar la isla de Itaka, a la que accedimos con la música de Lluis Llach de fondo, bajamos hacia el “refugio”, también conocido como La Cueva Azul de Zakynthos y volvimos a fondear en el mismo lugar del incidente.



Cuando los intrépidos buceadores vieron las maravillas del lugar, y dado que el Capi había ya buscado otro sitio más seguro para pasar la noche, el motor empezó a hacer de las suyas otra vez: que no arranca…otro intento, nada,… y POR FIN arrancó. Nos alejamos echando virutas… Deben de ser las Arpías, que por la noche llegan de las Strófadas asustadas por los horribles pájaros que dicen las habitan.


Rumbo a las Strófadas, picó el  anzuelo un atún, el quinto del año, convirtiendo el barco en una sala de despiece. Las Islas, estupendas, solitarias y desconocidas, que aparecen en la Iliada, habitadas por seres terribles.




La navegación desde las islas “in the middle of nowhere” fue larga y pesada y arribamos a la bahía de Navarino sobre las 11 de la noche, donde nos esperaba una estupenda cena preparada por Amaia y el Capi: el atún encebollado.

Siguiendo con  la mitología, hoy hemos visitado la Cueva de Néstor, pero no hemos visto ninguna de las vacas que le robó a Apolo. Tras una escalada a pleno sol y escasos del líquido elemento (no me refiero al gin tonic), hemos aprendido un poquito de historia sobre el siglo XIX, la batalla de Navarino y hemos disfrutado de unas magníficas vistas, la laguna, las salinas, las calitas…y no olvidemos los restos del Castillo de Pilos, la verdad, un poco roto.




Alysio 2014