3ª SEMANA EN CRETA
El día 7 nos ponemos en marcha dejando el puerto de Agios Nikolaos en dirección norte a nuestro destino Elounta.
La navegación agradable, gracias a un mar y un clima benigno, hace que tras varias millas de navegación entremos en la bahía de Elounta con la magnifica vista de la isla-fortaleza de Spinalonga a nuestra derecha.
Después de fondear y comer, el Capi nos acerca a los dos nuevos tripulantes con la neumática para que podamos visitar Spinalonga mientras el resto de la tripulación descansa en el Alysio.
Tras la visita y de vuelta al velero nos tomamos nuestros primeros gin-tonics. Cae la noche ofreciéndonos la bella imagen del reflejo de las luces de los locales nocturnos en un mar completamente calmado.
El Capi nos anuncia que el parte meteorológico para el día 8 no tiene buena pinta.
Al día siguiente partimos hacia el norte. A medida que vamos navegando nos encontramos con un mar cada vez mas embravecido. Las olas nos golpean a babor y estribor y tras bordear el cabo de Ag. Ioanis el Capi nos anuncia que hemos de abortar nuestro viaje ya que además de los vientos adversos, el puerto donde teníamos pensado atracar en realidad estaba en dirección opuesta a la que llevábamos.
Volvemos sobre nuestra estela para volver a fondear en las aguas de Elounta, esta vez en la parte sur de la península donde pasamos la tarde a la espera del día siguiente.
Debido a que la meteorología para el día siguiente volvería a sernos adversa decidimos que lo dedicaríamos a visitar la zona de la provincia de Lasithi.
El día 9 desembarcamos en dos viajes con la neumática y tras unos deliciosos frapés en la terraza de una taberna nos acercamos al pueblo. Tras conseguir alquilar un vehículo nos dirigimos hacia el sur. Primera parada en un pueblecito de pescadores llamado Mohlos con sus pequeñas terrazas y en donde las olas rompen con furia creando un magnífico espectáculo de espuma. Después de ver el pequeño puerto del pueblo reanudamos nuestro camino atravesando el interior de la isla por carreteras de montaña hacia el pueblo de Mirtos. Nos detenemos un instante en un punto álgido donde podemos observar los litorales norte y sur de la isla mientras el viento nos azota con furia. Hora de comer y nos detenemos en el pueblo de Kalamafka donde reponemos fuerzas en un pequeño y solitario local. Varios platos deliciosos escogidos por el dueño y unos cafés griegos.
De vuelta al coche parte del grupo nos decidimos por subir unas escaleras talladas en la montaña para acceder a un pequeño santuario local. Magnífica vista del pueblo. Reanudamos la marcha y a media tarde llegamos a Mirtos, otro encantador pueblo costero en el mar de Libia. Reposo y unos baños en su playa. Se nos echa el tiempo encima y volvemos a nuestro punto de partida por Ieapetra. Ya de noche volvemos con la neumática al Alysio donde tras la cena dormimos con el suave balanceo del mar de fondo.
Día 10 y esta vez el clima (caluroso) sí nos permitirá navegar hacia el oeste de Creta. Objetivo: la isla Dia frente a la costa de Heraklion. Dejamos atrás Elounta y tras bordear el cabo aprovechamos para realizar nuestro primer intento de pesca, el cual resultará infructuoso. A media tarde el Capi, al tener un mínimo viento favorable, moviliza a la tripulación para desplegar la vela. Unos minutos depués se ha de arriar. Lástima, ni vela ni pesca. A medida que nos acercamos a la isla cae la tarde y ante nosotros una bella puesta de Sol nos da la bienvenida a una pequeña calita con un agua cristalina (como en la mayoría de todos los sitios donde fondeamos) donde fondearemos junto a dos barquitos pesqueros preparando sus enseres para el día siguiente.
Preparando la cena y durante la misma uno de los barcos nos “obsequia” con música tradicional griega y los alegres gritos y cánticos de sus dos tripulantes. ¿Estarán así toda la noche? No, y tras cenar nos percatamos que el agua esta llena de plancton lo cual nos anima a darnos un baño nocturno
y aprovechar la experiencia de vernos rodeados en el agua de pequeños destellos luminosos como si las estrellas estuvieran debajo del agua.
Preparando la cena y durante la misma uno de los barcos nos “obsequia” con música tradicional griega y los alegres gritos y cánticos de sus dos tripulantes. ¿Estarán así toda la noche? No, y tras cenar nos percatamos que el agua esta llena de plancton lo cual nos anima a darnos un baño nocturno
y aprovechar la experiencia de vernos rodeados en el agua de pequeños destellos luminosos como si las estrellas estuvieran debajo del agua.
El día 11 después de haber pasado una noche durmiendo en un mar sereno realizamos una pequeña visita a la ermita (con su correspondiente merendero) que hay en la isla (unos se desplazan en la neumática, otros a nado) y a la minúscula playa con capacidad para cinco tumbonas, la cual será ocupada por una numerosa familia a nuestra partida de la isla.
Dejamos la isla Dia poniendo proa en dirección al puerto de Rethimnos. Volvemos a tirar de nuevo la caña, pero tras unas horas la suerte nos da la espalda y hemos de recoger el sedal sin ninguna pieza cobrada.
Unas millas antes de llegar a Rethimnos y con un acusado calor realizamos la petición al Capi de poder darnos un baño en el mar antes de atracar en puerto a lo cual accede amablemente y fondeamos por unos minutos frente a la playa de un pequeño pueblo. Tras este pequeño receso en el camino y una vez hemos sofocado ese calor continuamos hasta nuestro destino.
Por fin atracamos en el puerto de Rethimnos y una vez nos hemos acicalado la tripulación baja a tierra. Caminamos por el larguísimo paseo marítimo de la localidad hasta alcanzar el restaurante “Vasilis y María” donde después de un tiempo de espera un pelín excesivo cenamos, siendo los últimos en abandonar el local. De vuelta al velero compramos ese hielo necesario para tomarnos las últimas copas del día antes de irnos a dormir.
El día 12 comienza como los anteriores con un Sol de justicia y tras desayunar, Tudi y el Capi se dedican abnegadamente al mantenimiento de barco (revisando el molinete del ancla). La parte de la tripulación que no estuvo en Rethimnos la otra vez empleamos la mañana en visitar la ciudad descrita en artículos anteriores del blog. Mientras Santxo, Carlos y Pili se aplican en conseguir varios artículos para nuestra última comida en el Alysio y el alquiler del coche que al día siguiente nos conducirá al aeropuerto.
Sobre las dos de la tarde nos vamos del puerto de Rethimnos dirección Souda y mientras se prepara la comida insistimos en nuestro tercer y último intento por pescar ese atún que se nos escabulle. Por supuesto no hay dos sin tres y corremos la misma suerte que en las otras ocasiones.
Tras unas horas de navegación, un baño en el mar agarrados a un cabo con una boya al final, y otro intento de navegación a vela infructuoso (lástima el no haber podido experimentar más la sensación de navegar a vela) entramos en la bahía de Souda. Bahía grande donde podemos ver ferrys y algunos barcos de la armada griega a uno y otro lado y, de repente, a un grupo de piragüistas que aparecen por babor y que nos observan entre asombrados y enfadados ya que hemos de maniobrar (sin peligro para su integridad por
supuesto) para esquivarlos.
Ante la perspectiva de un puerto poco favorable para atracar fondeamos al lado de otros dos veleros y tomamos nuestros últimos gin-tonics antes de cenar y pasar la noche en el Alysio.
El día 13 (último día para esta tripulación) se nos fue en ver la zona, los servicios del lugar necesarios, recoger el coche reservado, etc. Ah! Se volvió a soltar la cuerda de arranque del motor de la neumática, obligando en un viaje de tierra a Alysio a usar los remos. Esto ya nos había pasado también el día ese de los múltiples incidentes narrado anteriormente por Santxo, pero entre tantos puntos, se nos olvidó añadir este.
Comimos en Chania, y ya con el coche cargado con las mochilas/bolsas de los seis tripulantes que con pena debían abandonar el Alysio ese día, nos dirigimos a Heraklion. Dejamos a Santxo en el aeropuerto para que cogiera su avión a Atenas, los demás aprovechamos las horas hasta la salida de nuestro vuelo (y llegada de la siguiente tripulación) para acercarnos a Anogia, un pueblo de montaña “muy pueblo”
Como conclusión final y en lo que todos coincidimos, es que ha sido una semana increíble durante la cual hemos podido disfrutar desde el Alysio de unas preciosas vistas de la costa cretense, de la visión nocturna (relajados y tomándonos un chupito) de un firmamento abarrotado de estrellas y constelaciones, de unos baños en alta mar en unas aguas azules y cristalinas, del dormir acunados por el balanceo provocado en el velero por las olas del mar, de las diversas maniobras que se han de realizar para navegar en un velero y de las variadas tertulias que se formaban entre la maravillosa tripulación del Alysio durante esos momentos de relax o alrededor de una mesa bien surtida.
¿Quién no desearía volver a repetir esta magnífica experiencia?
Ojalá en un futuro no muy lejano.
Carlos + Muñoz brothers
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