lunes, 20 de septiembre de 2010

La derrota del turco





A MODO DE INTRODUCCIÓN.

Yo tenía una brillante y prometedora carrera en la marina. En la tierna inocencia de mis 45 primaveras ostentaba ya nada menos que el cargo de aspirante a guardiamarina en el navío Alysio comandado por el almirante Iparraguirre. Mis expectativas, como podéis imaginar, eran notables, si bien, fruto de las infamias y falacias mas detestables caí en desgracia y fui degradado al puesto de engrasador, que no obstante desempeño, como es natural, con gran esfuerzo y siguiendo la máxima que ha regido desde el principio mi carrera en la armada: “El trabajo es una cosa buena. No seas egoísta y déjalo para los demás.” Es, así, para redimirme y reencauzar mi fugaz carrera a las ordenes del almirante que me hallo aquí escribiendo este a modo de diario de abordo.

Por descontado, esta devastadora degradación podría haber afectado a un talante mas débil que el mío, personalizando en la figura de nuestro bien amado almirante (Es bien sabido que él es quien edita y corrige todo lo que se publica en el blog) la decepción que cabría esperar de semejante revés y cayendo así en un enconamiento personal que, probablemente, no me ayudaría en la restitución de mi antiguo puesto. Tan es así que, sin dejar de hacerle activamente la pelota, me conformo con imaginar ¿Acaso soñar? Chorros de agua dulce corriendo por todo mi cuerpo hasta desbordar la sentina y el salón del Alysio forrado de microondas, televisores y otros artefactos que consuman amperios en cantidades industriales... Ya, lo se, para cualquiera que conozca a Joseba son ensoñaciones un tanto crueles... Acaso degeneradas ¿Sádicas tal vez? En fin... Para que os voy a contar... Disfruto enormemente navegando en el Alysio a las ordenes de nuestro bien amado comandante (Que como es bien sabido edita y corrige todo lo que se sube al blog).

LA DERROTA DEL TURCO.

10/9/2010

El 9 dormíamos apaciblemente y el 10 nos balanceábamos ostensiblemente en Khinitsa lo cual hace por ayudarnos a madrugar y diligentemente nos dirigimos a Puerto Kelly. Impresionante fondeadero con magnifico resguardo donde hay, en palabras del capitán, “Barcos por castigo”. Muchos de los barcos parecen estar dejados allí a la buena de Dios, como dispuestos a pasar el invierno o parecido.

Desayunamos y organizamos un operativo para hacer compras y gestiones diversas. En gestionando es cuando, consagrados a la imposible tarea de hacer comprender a la mujer del kiosco que la recarga que queríamos hacer era de internet móvil y no de un móvil común, una amable paisana nos indicaría que aquello que pretendíamos solo era posible con Vodafone ¡Bueno es el Juanjo, señora! Que me contuve indicarle. Si bien, infructuosa la misión de renovar el Internet, entablada, no obstante, amistosa charla con la tal señora, nos hizo participes del alborozo que vivía la zona en fecha tan señalada y de que nosotros, sin duda, estábamos allí para ver la celebración de la victoria sobre el malvado turco (Porque desde el punto de vista griego los turcos son malvados, no se interprete aquí animadversión alguna por parte del autor hacia tan noble pueblo). Y así, en explicándole que nosotros solo estábamos de paso, nos hizo traslado la terrible falta de oportunidad que eso suponía.

Así, organizada asamblea al efecto, decidimos cambiar nuestros planes de navegar hacia Navplion y recalar un poco más por el entorno de Spetsai para disfrutar la fastuosa celebración de tan fulminante victoria. Thierry y Mari José, que tenían pensado pasar unos últimos días por la Grecia intramarina, ante la expectativa de tan notable experiencia, deciden cambiar sus planes y retrasar un poco su deserción del Alysio. Fondeamos en Koiladhia para dormir.

11/09/2010.

El día amanece con ganas de llover. Nos dirigimos a la isla de Spetsai donde fondeamos al norte de esta, en una cala de nombre Zoyoryia rodeados de unos pocos mega-yates. Hasta una patrullera griega andaba pululando por allí, por lo que, imaginamos, pudiera haber algún notable en el perímetro, acaso observándonos mientras disfrutábamos alegremente del baño. Se pone a llover, arriba fondeo y vamos al puerto para ir haciéndonos una idea de los fastos.

El puerto de Spetsai estaba bastante abarrotado, había por allí atracados, no se si abandonados, tres o cuatro mercantes, de modo que unas cuantas motoras grandes estaban fondeadas con cabos lanzados hacia aquellos. Concretamente la motora que nos quedó a estribor, tenía un par de amarras a sendas cadenas del ancla de uno de los mercantes. Ahí que enviamos un comando compuesto por Thierry y Natxo, con el dingui, para amarrarnos a la cadena de otro mercante y quedamos convenientemente sujetos. Como es natural, el dueño de la motora nos saludo y hasta departió con nosotros amablemente mientras el machaca de turno nos abroncaba por amarrar tan cerca de su buque. En departiendo, el amable millonario nos indico que la quema del navío del turco sería, y cito textualmente, a las diez.

La celebración consiste básicamente en quemar un barco que han construido en el pueblo con forma de carabela y dimensiones nada desdeñables, navío que vimos pasar, en su salida del puerto, remolcado por una lancha y acompañado de la consiguiente parafernalia en forma de flotilla de lugareños dándole a la bocina y provocando tremenda bronca. Hasta una fragata de la armada (griega) andaba fondeada por allí. Por si el turco, en última instancia, se ponía bravo, entiendo yo.

Avanzadilla para comprar pan a cargo de la sección de engrasadores, con gran riesgo, por cierto, de nuestra integridad física pues hubimos de esquivar numerosos turistas de a pie, turistas de a en moto y hasta turistas de a en carricoche de caballos. El dingui, ya en esta etapa del viaje comenzaba a dar signos de fatiga y así, cada traslado a tierra se hacía provisto del consiguiente inflador. De vuelta al puerto, arrebatar el dingui de las fauces de Neptuno, que ya salivaba ostensiblemente a la vista de semejante escora, inflarlo y vuelta a bordo.

La segunda singladura a tierra del dingui ya fue un tanto más aparatosa, con 4 tripulantes a ras del agua y el cielo gris, gris. Juanjo que también quiere ir a tierra y ahí que vuelven Ana y Thierry (Con gran sentido de la oportunidad, a mi modo de ver) y en lo que están montando Begoña y Juanjo en el dingui alguien que dice “Yo me cogería un chubasquero”. ¿Un chubasquero? Un flotador hubiera sido más razonable... Vaya chupa que se agarro la comandita, era para verlos de vuelta a bordo, calados hasta las meninges, chorreando tal cual se hubieran pegado una ducha, así, con la ropa puesta. En lo concerniente a la misión, entre otras labores de intendencia, se informaron adecuadamente y la quema simbólica del turco sería, y cito textualmente, a las diez.

Como es natural, a eso de las nueve, comenzamos a ver así como un fuego más allá de la bocana a la par que comienzan los fuegos artificiales. El capi que se pone a jurar en hebreo... ¿Pero no era (Y cito textualmente) a las diez? Larga amarra, recoge el fondeo y vamos a por el puto turco (Entiéndase que la animadversión en este caso bien pudiera, sin embargo, dirigirse a los griegos, noble pueblo contra el que el autor, simple conducto, no guarda animosidad alguna). Y allá que vamos...

Para que te voy a explicar. A lo que yo interpreté, la simulación de la batalla resulta bastante realista, si bien, acaso, un poco desproporcionada dado, por ejemplo, que al barco del turco le dan fuego nada mas empezar. Cada cierto tiempo, por aquí o por allá, el fuego hace prender fuegos artificiales en el buque otomano que bien podrían simular los cañones con los que se defiende de la flota de griegos, a la que nos sumamos, que en derredor y no sin grande riesgo de la integridad de sus buques, hacen pasadas, simulando, entiendo yo, que lo cañonean con los flashes de sus cámaras de fotos. Claro que entre semejante algarabía de barcos, las maniobras de aproximación, fuego y evasión con su consiguiente reintegración a la flota, no siempre cumplen con los exquisitos rigores que imponen las ordenanzas civiles, que poco entienden, acaso, de los imperativos que impone la modalidad de navegación batalla naval. Eso cuando, en mitad de todo el cisco no aparece un ferri al que abren hueco sirenas a tutiple un par de lanchas de la guardia costera. Pasa el ferri, se apagan las sirenas y todos a por el turco, vivir para ver.

El capitán, dispuesto a hacer valer el pundonor del pabellón que ostenta, navegaba hacia el objetivo con firme determinación. Una impecable maniobra de aproximación por la proa del turco impidiendo su posible evasión y de frente al meollo. Un buque de grandes dimensiones dotado de imponentes baterías de no menos de trescientas o cuatrocientas piezas de artillería cuyos flashes centelleaban a diestro y siniestro, navegando a no menos de 15 nudos esquivando con gran habilidad, virgen santísima, gracias a Dios, al resto de la flota provoco en un par de pasadas bastante apuradas, enormes daños en el navío del infiel. Una vez nos aproximamos al turco, luchamos con gran coraje, haciéndole no menos de 20 o 30 fotos (Como éramos invitados, tampoco nos pareció bien hundirlo nosotros solos).

Una vez quedó constatado que el enemigo no tenía posibilidad alguna de recuperar el gobierno de su buque, celebramos la victoria sobre el turco y nos dirigimos a dormir a Puerto Kelly, por donde a horas tan intempestivas y con tanto barco sin llevar siquiera la luz reglamentaria todo horizonte, con la tripulación fatigada por los rigores de la batalla, ejecutamos la maniobra como si hubiéramos ciertamente perecido en la gesta y arribáramos con nuestro buque fantasma a un fondeadero de navios tripulados solo por animas. Tal fue nuestro compromiso para contra el turco.

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