miércoles, 12 de septiembre de 2012

El “Hospitalillo” embarcado


Entrando al puerto de Psara

Aquí nos encontramos ahora en el puertito de Psara, frente a la isla de Kios. Ya ha habido chupitos de ron y Ouzo y la gente se ha recogido a sus respectivos aposentos. Ha sido un día largo de navegación de 8 horas con olas de través que provocaban, al menos en mí, una sensación próxima al malestar. Lo hemos superado y finalmente nadie ha caído. Los delfines nos hicieron una visita.



Comida rápida en movimiento con Ajoblanco (mi especialidad) como único alimento (el meneo no pedía mucho más que eso),
Viento, mucho viento, durante la navegación, todo el tiempo a vela, y también durante la noche. Ahora mismo el viento azota y aunque se puede dormir yo, en mi camarote de proa, escucho el golpear de la cadena que a veces me hace despertar pero que otras veces me adormece. Nada fuera de lo normal.
En Mytilene (isla de Lesbos), hubo cambio de tripulación y todos juntos cenamos en el pueblo – acogida y despedida -. Se sigue comprobando que, comamos lo que comamos y seamos los que seamos, el patrón es el mismo: 10 € per capita.

Almazara cerca de Skala Loutra

Después nos hemos movido rodeando la isla de Lesbos. Hemos pasado por el pueblo cuna de la poetisa que dio renombre a esta isla por su canto a la belleza de sus mujeres. Parece que este pueblo se ha convertido en lugar de peregrinación y acogimiento de muchas de las que, muchos siglos después, se las dio el nombre de lesbianas.
Hemos parado en algún pueblo que otro y a las únicas lesbianas (porque eran de aquí, no por otra cosa) que yo he visto fue a dos señoras, todas vestidas de negro, que limpiaban y adornaban las tumbas en un cementerio de, supongo yo, sus respectivos.

En el puerto de Sigri

El primer día de navegación un tripulante (no citaré nombres por el tema de la seguridad y confidencialidad de datos) comenzó a sentirse mal. Fiebroso y cariacontecido pasaba las horas dormitando y somnoliento. El segundo día el tema se aceleró y aunque él aseguraba que era un problema de garganta, el resto de la tripulación nos preguntábamos si aquello no podría ser algún tipo de infección contagiosa que hubiese cogido al llegar a estas tierras. Tanto fue así que, en  algún momento, algunos se preguntaron si no sería recomendable, por el bien del resto de la tripulación evidentemente, el aislarle en la cubierta de proa bien guarecido por la gomona que allí se encontraba. Si bien alguien sugirió que dada la cantidad de islotes por los que atravesábamos, no sería mejor idea el “alojarle” en alguna de aquellas islas, bien provisto, eso sí, de las correspondientes provisiones y sombrilla – que no teníamos – o chamizo preparado con plásticos, a modo de lazareto, de tal forma que en algunos días alguna embarcación que pasase por allí pudiera recogerle y expatriarle. Aquellas discusiones fueron mano de santo porque desde que, con ojos asombrados nos escuchaba, al susodicho enfermo se le fue cambiando la color y su mejora fue en aumento, por lo que en algún momento alguien pensó que, o bien aquello había sido simulado para únicamente llamar la atención del resto – fruto de algún trauma infantil probablemente -, o bien quería evadirse de las obligaciones que, como miembro de la tripulación, se conlleva (ya todos sabéis…)
También ocurrió que otro miembro de la tripu, esta vez fémina, rodó escaleras abajo golpeándose en la cabeza, por lo que, en decisión de urgencia por parte del capitán – tan decisivo siempre – se decidió habilitar la zona de salón y cocina, como de “hospitalillo” de emergencia con las correspondientes unidades de infecciosos y trauma.

El infeccioso tomando vahos

Bueno, afortunadamente esta situación no duró mucho. El trauma se recuperó pronto y el “infeccioso” a medida que nos aproximábamos a los islotes-lazareto, fue mejorando ostensiblemente que no, que no, decía, que ya me encuentro mucho mejor -. En la actualidad la situación está controlada, si bien al “infeccioso” le obligamos a cenar siempre a sotavento, al objeto de que las emisiones que lanza con sus toses no golpeen a ningún otro miembro de la tripulación. Tripulación que, a pesar de estos incidentes, ha salida reforzada en sus características de solidaridad y comprensión entre todos sus miembros, como bien habréis podido comprobar con mi relato.
Por cierto, para el examen parcial de navegación de mañana y dado que el infeccioso ha perdido las correspondientes clases, a éste se le ha obligado a contratar a un profesor privado como refuerzo, porque el de la “pública” (el capi) se ha negado a repetirlas, que bastante tiene ya con la bajada de sueldo y el aumento de horas de dedicación. ¡Faltaría más!

Ángel


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