sábado, 16 de octubre de 2010
Despedida
Este verano solo he escrito dos post para el blog; el primero y ahora el último. Todos los demás han sido obra de las correspondientes tripulaciones que, salvo honrosas excepciones, han sido duramente presionadas para ponerse con la redacción, aunque una vez en la tarea se han lucido. En realidad es la idea del blog... ver el viaje con sus ojos.
A pesar del accidentado comienzo con el tema del gas-oil, hemos tenido un verano sin muchas incidencias. La única de cierta relevancia fue la rotura del alternador en una zona que empieza a ser gafe... los alrededores de Nápoles, concretamente Ischia; donde ya en el 2003, con el Ariadna, también rompimos el alternador. En todo caso se reparó en una mañana y si produjo más trastorno fue por producirse un sábado con la consiguiente perdida del fin de semana. Lo demás fueron el mantenimiento, cambios de aceite, filtros, rodetes y cosas de rutina.
La travesía ha sido un tanto peculiar. A diferencia del año pasado que pasamos tres meses continuos en aguas totalmente desconocidas, Panteleria ,Lampedusa, Malta, Jónicas y todo el Adriatico; este año solo hemos recorrido el Peloponeso y Córcega como zonas inexploradas, el resto ha sido profundizar en zonas "ya conocidas", algunas incluso exhaustivamente. Dejamos atrás el Mediterráneo Occidental, visto ya con bastante detalle, para adentrarnos en el Oriental, conocido parcialmente.
Aunque otro años ya habíamos navegado acompañados - Túnez (2006), Chafarinas (2007), Elba y el archipielago toscano (2008) ,Adriatico (2009)- este año hubo un cambio cualitativo: el Nan y el Aldebarán además de navegar con nosotros desde Trápani (W de Sicilia) hasta las Jónicas, se han quedado en Grecia para seguir navegando allí el año que viene.
El Ariadna de Emilio que también nos acompaño en Junio y julio por Nápoles y Sicilia tuvo que volver para Castellón, su base.
Un breve resumen.
Junio, en el levante español, costa azul francesa, estuvimos al final del verano del 2008 pero nos quedamos en la isla de Porquerolles, cerca de la ciudad de Toulon. No hubo tiempo para más: Córcega en la cara W y estrecho de Bonifacio, le dimos unas cuantas vueltas más. Fue un mes distinto, con poca tripulación, incluso escasa, y en el que no acababa de entrar el verano (no hubo baños); un mes acompañado de viento duro y tiempo difícil puesto que navegábamos en una latitud alta para la fecha. Sin embargo, todo fue bien y disfrutamos de los impresionantes Calanques de Marsella viendo una regata de veleros clásicos en Porquerolles. Visitamos el Monasterio de St. Honorat, edificado en la isla homónima, con su bodega y sus viñedos, frente a Cannes. Y nos deleitamos presenciando otra regata, esta vez de Rolex, con sus increibles barcos en Saint Tropez, ¡y qué decir de sus tiendas (unos gayumbos 250 €)! Finalmente acabamos la costa en San Remo (Italia) con su judería impresionante.
Julio, salto desde Cerdeña a las Pontinas (Napoles), encuentrro con el Ariadna, Capri y las Eólicas... Strómboli, Vulcano, Lípari... Las hemos visto todas por cada una de sus rincones. Norte de Sicilia y Trapani con las Islas Egades, viejas conocidas. Llegó el verano con toda su intesidad, primer bonito para mojama. Baños,infinidad de medusas y el encuentro, casi a finales de mes, con nuestros amigos de Nan, y Aldebaran en Trapani.
Agosto, travesía desde las Eólicas hasta Grecia, con un segundo bonito. Después de unos días en las Jónicas nos volvimos a quedar solos y recorrimos las Jónicas exhaustivamente entre Preveza y Zakynthos.Pero, ¡qué os voy a contar de las Jónicas!... viento térmico, calas por doquier, calmares, sardinas, anchoas, pulpo a la brasa... El Paraíso de la vela.
Septiembre, mes más tranquilo en el que dimos la vuelta al Peloponeso. Menos barcos, más bonitos (dos). Más mantenimiento.Descubrimos los contrastes geográficos del Peloponeso entre las caras Sur y Oeste y la Este: las primeras silenciosas y casi deshabitadas y la segunda, vecina a Atenas, nos esperaba con islas como Hidra, Poros y Egina, que estallaban mucho más populosas y bulliciosas.
Conocer el canal de Corintio fue impresionante, Delfos y el Nojrd, en Itea. Dimos los últimos coletazos por las Jónicas con muy pocos barcos antes de limpiar y varar el barco.
El Alysio se ha quedado en Preveza, en seco, descansando con sus compañeros de viaje Aldebarán y Nan, tal y como estaba programado, como trampolín al Egeo... Cicladas, norte de Grecia, Estambul, Turquía, Chipre, Creta... quizás el Mar Negro. Pero estos planes de futuro ya los hablaremos. Cuento con todos vosotros porque sois los que haceis posibles estos relatos, estas historias.
Gracias a todos por acompañarnos.
Joseba.
lunes, 4 de octubre de 2010
Itea, el oraculo y el Njord
día 16/9/2010
Amanecemos en Animokambi y partimos hacia Itea, pueblo portuario cercano a Delfos, donde tenemos un par de cosillas que consultarle a una señora que por allí alterna.
Ahora, lector, imaginate la estampa. Aproximación al puerto de Itea. Una enorme bandera española ondea en el backStai de un velero. Haciendo la maniobra de aproximación, un tripulante del mencionado barco se aproxima para que le pasemos un cabo...
_ ¡Hombre Joseba! ¿Como tu por aquí?_
Para que os voy a explicar...
Pedro conocía a Joseba de viejas andanzas marineras y navegaba en el Njord con Raimon y Noe, su mujer que tenían un crucero, pero crucero, crucero, de acero y 15 metros de eslora con un desplazamiento de ¡23 toneladas! Generador propio, lavadora y toda la pesca. Un sueño para el consumidor nato de amperios. Super majos, no tardamos en organizar una barbacoa esa misma noche (Si, además de otras muchas cosas el Njord estaba dotado de barbacoa portátil, de a 12 euros en el Lidl diría Raimon).
Dicho y hecho, quedamos para hacer las compras a la vuelta y después de pasar la mañana vagueando en amistosa charla con la tripulación del Njord, partimos hacia Delfos, en el bus de las 13:15 que, como es natural, partiría de Itea a las 13:05. En esta etapa, el ingeniero y coartifice de tantas mejoras en la nave, Javier, desertaba del Alysio directamente desde Delfos rumbo a Atenas para tomar un avión e irse a ver las motos, que tenia entrada VIP en Alcañiz, lo cual, naturalmente, le provocaría no pocas vejaciones por parte del resto de la tripulación, al ser tratado de esquirol, no sabemos si por el abandono o por simple envidia.
Una vez llegamos a Delfos, tenemos que andar algo mas de un kilómetro para llegar a las ruinas del templo de Apolo, que se había erigido en la ladera de una montaña notable con el Parnaso al fondo sobre un imponente valle con Itea y el mar al fondo.
Gracias a Dios, fue en llegando al lugar que nos encontramos a Pedro y pudimos explicarle que íbamos a tener que pillar el último autobús y no íbamos a poder llegar a tiempo para hacer las compras, pues las tiendas estarían cerradas (Bueno, mas bien, nos lo explico él, pues nosotros, infelices, pretendíamos hacer la visita completa en menos de 2 horas y regresar en el bus anterior).
Visita al museo y a deleitarnos (Unos mas que otros) con tanta piedra como por allí había. Desde el museo, ante valle tan magnifico, imaginando allí erigido el imponente templo cuyas ruinas íbamos a visitar era fácil evocar la imagen de deidades lanzando flechas de fuego y cosas así. A medida que va uno remontando la ladera, la evocación mas común va siendo la de una coca cola pues la pechada no es pequeña. Si bien el anfiteatro, lo que queda de los templos y arriba del todo, el estadio, con paradita cada tanto para contemplar el paisaje, son notables. Por el estado de las instalaciones intuimos que en el estadio no se había celebrado ninguna competición deportiva en algún tiempo.
Tras la lógica diatriba entre ir a refrescarnos con una Mythos o hacer la última etapa de la visita para ver el templo de Atenea y el gimnasio, triunfaría la opción cultural, pese a que todos estábamos desesperados por abrevar, tal fue nuestro tesón.
Quedó debidamente constatado que, hace ya tres mil años, los vascos estaban más avanzados que los griegos, dado que no encontramos prueba fehaciente de restos de hidromasaje en el gimnasio. Cierto es que aún no se ha demostrado de modo irrefutable los vascos disfrutaran de semejante adelanto hace ya 30 siglos, si bien, sin duda estarían ya en los albores del invento de la boina que, como es bien sabido, refresca las meninges una barbaridad. Y aunque pueda parecer inconcebible, aún hoy sigue habiendo mentes cerradas incapaces de aceptar tan inevitable evidencia.
De vuelta al pueblo, comer algo rapidito, que Javier esta esperando el bus. Ante la ansiedad de algunos miembros, tras la esforzada visita, pedimos pizza, en palabras del capitán, “por castigo”. Despedir a Javier, abrazos y parabienes. Contratar taxista, 25 euros ni pa mi ni pa ti.
_ Somos 5 I hope eso no será ningún problema.
_ Bueno... Hasta 7 ¿?
Y así, lo que se dice en un pis pas, en un vehículo de 4 plazas, 5 como mucho, con adelantamiento en bajada con coche de frente y a la buena de Dios y el capi observando con gesto preocupado a este fenómeno con camisa hawaiana a los mandos de su maquina escuchando el che Guevara, casualmente en castellano, acaso por el riesgo que corre su vida, acaso porque allá rumbo a Atenas parte el último de sus oficiales de confianza y ahora si, a bordo, no queda otra cosa que chusma y una armadora con ideales anarco-progresistas.
Despreocupado y satisfecho de si mismo, como si fuera el mismísimo padre de nuestra cultura, el amigo taxista nos condujo, por lo demás sin novedad de vuelta al barco, donde ya llegaban Raimon, Noe y Pedro con las compras. El complejo de escaqueados que se nos quedo en aquel momento no fue pequeño.
Barbacoa, batallas marineras, denuncia al clero, cata de orujos y convenientemente cogorzas... A la cama. Oye, que majos Raimon, Noe y Pedro. Entre otras cosas quedamos todos de acuerdo en que el viento predominante en el mediterraneo es el de proa.
17-24/09/2010
El 17 amenaza malo, partimos a ver si avanzamos un trecho, que queda mucho hasta el varadero. Ante la negativa de Neptuno expresada con vientos de proa de mas de 20 nudos volvemos a refugiarnos a una cala cercana al puerto de Itea, donde pasamos el día, que naturalmente, una vez fondeamos, parece volverse mas apacible.
Volvimos a encontrarnos con Noe, Raimon y Pedro y volvimos a cenar con ellos, esta vez a bordo del Njord. Unas lentejas con arroz deliciosas que preparó Noe. Y lo demás fue deambular por aquí y por allá rumbo al varadero.
Una vez en marina Cleopatra, 24 horas para dejar un poco preparado el barco de cara a su bien merecido descanso invernal y esperar nuestro turno para subirlo a tierra. Y allí quedó, cuan pez fuera del agua. En todo caso, viéndole allí alegremente, con el Nan y el Aldebaran a su vera, bien pudiera parecer se quedará mas contento de unas pispas viendo que allí, varado, solo podía descansar, después del tute a que le hemos sometido este verano.
Fdo. Ignacio.
martes, 21 de septiembre de 2010
Canal de Corinto
14/9/2010
Juanjo ha decidido asumir la responsabilidad en cuanto a la documentación grafica del histórico paso del Alysio por el canal y así, se bajará antes de cruzar buscando algún puente desde el que hacer la imprescindible foto, tan al uso, del Alysio en este notable entorno (Los puentes están atestados de turistas en actitud nipona a la búsqueda de la instantánea adecuada para cada evolución de los navíos que por allí pasan) Joseba le explica con la exquisita sutileza de que es acreedor que eso le parece una solemne chorrada y ahí queda la cosa. Entre la chusma las apuestas quedan cuatro a uno a favor del capi.
Pasamos la mayor parte del día navegando rumbo al canal y ya con las últimas luces del día, naturalmente, fondeamos frente a una refinería cercana. Entorno exótico donde los haya, cuando uno esta un poco harto ya de tanta cala bucólica. El capitán parece que se va a llevar el gato al agua pues Juanjo tan solo ha comenzado a hacer el petate y ya estamos preparando la cena.
15/9/2010
Madrugamos, no sea haya mucho lio de barcos para cruzar. No en vano pasamos la noche preocupados, pues entreveíamos un montón de veleros frente al punto donde estábamos fondeados y pensábamos si estarían haciendo cola para cruzar. Con la luz del amanecer dejamos de discernir y lo que había en frente resultó ser un varadero, tan al uso en Grecia, que os voy a contar. Juanjo, definitivamente, cruza el canal con nosotros.
En llegando a la torre de control nos encontramos con un hombre desde lo alto, lo menos 6 litros de pulmón impulsando verborrea de carácter imperativo en un idioma ininteligible mientras gesticula. “Oye, ¿Qué le pasa a este tipo...?” Gracias a Dios, en realidad, el asunto no requería de la máxima destreza interpretativa: “Corre y haz los papeles a la carrera que sale un convoy al tiro y hay que abreviar el tramite.” Así, la oficialidad del Alysio al puesto de control y vuelta abordo y soltad amarras que zarpamos de inmediato.
A nuestra proa navegaba un remolcador y ese era todo el convoy. Una vez cruzamos la pintoresca barrera de acceso sumergida esta se elevo y los peatones pudieron volver a circular mientras nosotros éramos flanqueados por sendas paredes de roca por las que el Alysio transitaba con quien sabe si un poco de claustrofobia tras el remolcador, que parecía querer demarrar ya desde el momento de la salida.
Nosotros, disfrutando ante semejante exhibición de ingeniería, presuntamente dinamitera, no podíamos sino optar por el deleite y así, como quien no quiere la cosa, bajar la marcha. Mientras algunos hacíamos conjeturas respecto a la cantidad de esclavos que pudiera haber necesitado Nerón para afrontar tamaña empresa, Juanjo miraba hacia los puentes con nostalgia, puentes sobre los que se amontonaban los turistas, turistas a los que saludamos haciendo gestos enormes para identificarnos como mediterráneos y además, majos... Que con esta gente de los balandros nunca se sabe.
Y así cruzamos el canal, imaginando enormes buques del año catapum cruzándolo propulsados mediante sirgas, dado que a ambos lados se entreveían, donde no habían sido derruidas, sendas pasarelas. El remolcador, que nos había sacado ya sus buenas 20 o 25 esloras, una vez cruzada la pintoresca barrera de salida con paso para vehículos que hacían tremenda cola mientras nosotros disfrutábamos del paisaje a una velocidad próxima a la mínima de gobierno, se fue, ahora si, a toda pastilla a buscar a tremendo crucero de no menos de 30 o 40 metros (de francobordo) que avanzaba como si no le diera miedo meter semejante coloso en sitio tan estrecho, cosa que, por cierto, nos dejó bastante pasmados. De hecho, por allí anduvimos merodeando para ver si nos quedábamos a ver la maniobra de entrada, imaginando que los pasajeros del crucero solo tendrían que alargar la mano por aquí o por allá, para llevarse una piedrecilla de recuerdo del canal de Corinto.
Allí, frente a la salida del canal se encuentra la ciudad homónima, y allí, al lado del puerto comercial se encuentra el puerto deportivo en el que hicimos la típica maniobra de aproximación y despiste a que nuestro bien amado comandante es tan aficionado para cotillear los barcos amarrados, supongo y finalmente fondeamos frente al puerto (La mar estaba bastante calma), donde tomaríamos el piscolabis de rigor. Todavía de buena mañana y ya habíamos cruzado.
Este puerto era, en todo caso, el punto donde debía desembarcar nuestro querido táctico y director de logística, Juanjo. Ya aproximándonos al muelle era claramente apreciable en el perímetro un buscavidas, que, corriendo por la banda y haciendo aspavientos a lo que nosotros parecíamos suponer, debía ser una visión espectral que se encontraba exactamente en nuestra ubicación, tal era nuestra indiferencia ante su gesticulosa premura.
Por mas prisa que se intentara dar el capi en la aproximación, el tipo resulta ser rápido en el sprint final y ahí que no nos queda otra que lanzarle el cabo, eso si, sin dejar de ignorarle y como mirando para otro lado. El equipo de engrasadores que salta a tierra para fijar bien las amarras dado que el tipo resultó ser marroquí, que no griego. Me explico; Lo que se sabe de un griego, por mas ruin que haya podido ser la vida con él, es que sabe como fijar una amarra, cosa que no tiene por que verificarse en un marroquí. Marroquí que en todo caso andaba de aquí para allá cuan poseso pidiendo más y más cabos con los que seguir amarrando el barco o cualquier otra cosa. Tal era su disposición.
En esto que, de un lado para otro como andaba, se le cae la chancleta al agua. Hasta ahí todo bien, Javi pide un bichero y las chancletas flotan. Claro que ante nuestra aparente calma, el hombre no las tenia todas consigo y así, no tuvo mas feliz idea que la de saltar al agua entre el barco y el muelle en busca de la maldita tanaca. (Esta es una diferencia, ahora si, fundamental, entre un marroquí y un griego) Y bueno, para que os voy a explicar, la tripulación disponible, en modo pre-ataque de nervios, unos a separar el barco del muelle y otros a sacarlo del agua y Joseba que lo agarra por un brazo, Javier por el otro (Cuando el marroquí, chancleta en mano, se dejó, que tampoco te vayas a pensar que las tenia todas consigo), izándolo hasta el muelle. Supongo que lo razonable sería haberle abroncado, por su propia seguridad y todo ese rollo, pero viéndolo allí todo mojado, que le vas a decir.
Pasado el susto, Javi se acerca a él y le da un euro a modo de propina por la confusión causada en la maniobra de atraque y la simulación de una emergencia, que siempre ayuda a medir y ejercitar el tono muscular de la tripulación en su conjunto. El marroquino que, con gestos patentes, le da a entender que eso no es suficiente, que la carrerita que se ha pegado desde que ha visto el barco, el esfuerzo sobrehumano de recoger una amarra y casi acertar a meterla por la anilla, además del baño que le había tocado pegarse, acaso pensaría el hombre si solo le había faltado darse un paseo en bici para poder decir que había completado un triatlón a nuestra costa y eso requería mucho mayores emolumentos... Y ahí que jugamos un ratito a la impasividad, él mirándonos fijo desde el muelle y nosotros haciéndonos los suecos en la bañera.
Finalmente la tecnología africana termino por imponerse frente a los caducos métodos del viejo continente y el marroquino se metió al bolsillo sus buenos 2,40 euros, ante la perspectiva de tenerlo allí plantado mas tiempo del que nuestro sistema nervioso fuera capaz de resistir, pese a que nosotros disponíamos de sombra y cerveza y él estaba solo, mojado, probablemente sediento y a pleno sol.
Dejamos a Juanjo, con los consabidos abrazos y parabienes y partimos rápido, con rumbo oeste, que anuncian mal tiempo y es de cara, a ver si se nos va a complicar el día.
Como es natural (No tengo un conocimiento profundo de la naturaleza, aludo simplemente como natural a algo que se produce todos los días), es ya apurando las ultimas luces del casi extinto día que llegamos a una cala que nos aparece calmada y bucólica si bien, el capitán, tras las n vueltas de rigor al perímetro, en esa actitud tan característica con la que examina cada presunto punto de fondeo, la de un halcón peregrino a la búsqueda exacta de la rama idónea en que ubicar el nido, dictamina que el lugar no es apropiado y que si no queremos echar un cabo desde la popa a tierra nos vamos, que es el modo sutil en que nuestro bien amado comandante nos hace participes del mensaje manifiesto: “Par de pringados, ya estáis inflando el dingui para tirar una amarra a tierra y como os equivoquéis con el as de guía os paso por debajo de la quilla”. Así que fondeamos echando el mencionado cabo en Anemokambi. Bonita cala por lo demás.
Ignacio.
lunes, 20 de septiembre de 2010
Dhokos, Poros y Egina
12/9/2010
A primera hora de la mañana la cabuyera Mari José y el oficial Thierry abandonan el buque. Joseba les acerca hasta el muelle del ferri en el dingui. Los abrazos y parabienes se produjeron la noche anterior dada la tendencia de la chusma a tener mal talante cuando se les hace madrugar. Lo cierto es que sin un aspirante a guardiamarina de confianza, la disciplina a bordo se esta yendo al carajo.
La desconfianza del capitán hacia su tripulación, viéndose cada vez mas rodeado por la chusma a medida que sus oficiales van desertando del buque se hace patente en pequeños detalles como que empieza a contar de manera exhaustiva las raciones de chocolate que quedan a bordo. Para ayudar a calmar sus nervios se sugiere hagamos una colecta y le compremos unas ciertas bolitas, tres en concreto, que he oído calman mucho los nervios al juguetear con ellas en una mano. Las venden en el tele-tienda.
Una vez la chusma se va desperezando, partimos hacia Dhokós, donde desayunamos. Navegamos hasta Idhra para ejecutar la típica maniobra de aproximación y despiste en el puerto, por otra parte, impracticable pues estaba atestado de barcos.
Es volviendo a Dhokós a dormir que pescamos 3 caballas que cocinaríamos al papillon (O como se escriba) para la cena. No te voy a decir que sea el pescado mas sabroso que he probado en mi vida, estamos hablando de caballas. Pero sin duda dimos buena cuenta de ellas. Y me alegro en todo caso, de que mi compañero de fatigas, segundo engrasador, Natxo, se haya quitado por fin el maleficio del pescador. Maleficio por el que los peces ni se acercan a los anzuelos del pobre desgraciado sobre quien recae, lacra que sin duda se había cernido sobre él, dado que en dos semanas aún no había pescado nada. A partir de ahora lo mas probable es que tampoco pesque nada, pero ya, sin maleficio, la cuestión cambia significativamente.
13/9/2010
Parada de reavituallamiento en Poros. Naturalmente, atracamos en medio del muelle en mitad del pueblo, situación esta que no tiene nada que ver con: “Espera que me arrimo al muelle salta rápido, no me mates y cuando hayas acabado con las compras me haces una perdida y ya buscare a donde me arrimo”. Las cosas que tiene Grecia. Le pedimos limones al del ultramarinos que, por cierto, nos surtiría de un excelente vino blanco casero de a 2 euros el litro, el tipo dice que no tiene limones. Vale, pues nada. Estamos allí tranquilamente en el barco y el tipo, que viene con la moto a traernos una bolsa de limones que, lógicamente, nos regala. Las cosas que tiene Grecia.
Paramos también Egina. Estas paradas táctico-turísticas del Alysio cada vez se me parecen mas unas a otras. Los chicos en avanzadilla buscando un bar en el que refrescarse y las chicas en retaguardia mirando tiendas. Y hasta que conseguimos (los varones) adelantarnos lo suficiente para darles esquinazo y refugiarnos en un antro adecuadamente lúdico, se nos pasa la hora del Ángelus. Y, claro, eso no esta bien, que la devoción es la devoción. Gracias a Dios en Egina la oferta comercial no era fuera de lo común, con lo que este juego del gato y el ratón no se alargo demasiado y rápidamente encontramos una tasca en que explayar nuestra devoción.
Fdo. Ignacio. 1er Engrasador.
La derrota del turco
A MODO DE INTRODUCCIÓN.
Yo tenía una brillante y prometedora carrera en la marina. En la tierna inocencia de mis 45 primaveras ostentaba ya nada menos que el cargo de aspirante a guardiamarina en el navío Alysio comandado por el almirante Iparraguirre. Mis expectativas, como podéis imaginar, eran notables, si bien, fruto de las infamias y falacias mas detestables caí en desgracia y fui degradado al puesto de engrasador, que no obstante desempeño, como es natural, con gran esfuerzo y siguiendo la máxima que ha regido desde el principio mi carrera en la armada: “El trabajo es una cosa buena. No seas egoísta y déjalo para los demás.” Es, así, para redimirme y reencauzar mi fugaz carrera a las ordenes del almirante que me hallo aquí escribiendo este a modo de diario de abordo.
Por descontado, esta devastadora degradación podría haber afectado a un talante mas débil que el mío, personalizando en la figura de nuestro bien amado almirante (Es bien sabido que él es quien edita y corrige todo lo que se publica en el blog) la decepción que cabría esperar de semejante revés y cayendo así en un enconamiento personal que, probablemente, no me ayudaría en la restitución de mi antiguo puesto. Tan es así que, sin dejar de hacerle activamente la pelota, me conformo con imaginar ¿Acaso soñar? Chorros de agua dulce corriendo por todo mi cuerpo hasta desbordar la sentina y el salón del Alysio forrado de microondas, televisores y otros artefactos que consuman amperios en cantidades industriales... Ya, lo se, para cualquiera que conozca a Joseba son ensoñaciones un tanto crueles... Acaso degeneradas ¿Sádicas tal vez? En fin... Para que os voy a contar... Disfruto enormemente navegando en el Alysio a las ordenes de nuestro bien amado comandante (Que como es bien sabido edita y corrige todo lo que se sube al blog).
LA DERROTA DEL TURCO.
10/9/2010
El 9 dormíamos apaciblemente y el 10 nos balanceábamos ostensiblemente en Khinitsa lo cual hace por ayudarnos a madrugar y diligentemente nos dirigimos a Puerto Kelly. Impresionante fondeadero con magnifico resguardo donde hay, en palabras del capitán, “Barcos por castigo”. Muchos de los barcos parecen estar dejados allí a la buena de Dios, como dispuestos a pasar el invierno o parecido.
Desayunamos y organizamos un operativo para hacer compras y gestiones diversas. En gestionando es cuando, consagrados a la imposible tarea de hacer comprender a la mujer del kiosco que la recarga que queríamos hacer era de internet móvil y no de un móvil común, una amable paisana nos indicaría que aquello que pretendíamos solo era posible con Vodafone ¡Bueno es el Juanjo, señora! Que me contuve indicarle. Si bien, infructuosa la misión de renovar el Internet, entablada, no obstante, amistosa charla con la tal señora, nos hizo participes del alborozo que vivía la zona en fecha tan señalada y de que nosotros, sin duda, estábamos allí para ver la celebración de la victoria sobre el malvado turco (Porque desde el punto de vista griego los turcos son malvados, no se interprete aquí animadversión alguna por parte del autor hacia tan noble pueblo). Y así, en explicándole que nosotros solo estábamos de paso, nos hizo traslado la terrible falta de oportunidad que eso suponía.
Así, organizada asamblea al efecto, decidimos cambiar nuestros planes de navegar hacia Navplion y recalar un poco más por el entorno de Spetsai para disfrutar la fastuosa celebración de tan fulminante victoria. Thierry y Mari José, que tenían pensado pasar unos últimos días por la Grecia intramarina, ante la expectativa de tan notable experiencia, deciden cambiar sus planes y retrasar un poco su deserción del Alysio. Fondeamos en Koiladhia para dormir.
11/09/2010.
El día amanece con ganas de llover. Nos dirigimos a la isla de Spetsai donde fondeamos al norte de esta, en una cala de nombre Zoyoryia rodeados de unos pocos mega-yates. Hasta una patrullera griega andaba pululando por allí, por lo que, imaginamos, pudiera haber algún notable en el perímetro, acaso observándonos mientras disfrutábamos alegremente del baño. Se pone a llover, arriba fondeo y vamos al puerto para ir haciéndonos una idea de los fastos.
El puerto de Spetsai estaba bastante abarrotado, había por allí atracados, no se si abandonados, tres o cuatro mercantes, de modo que unas cuantas motoras grandes estaban fondeadas con cabos lanzados hacia aquellos. Concretamente la motora que nos quedó a estribor, tenía un par de amarras a sendas cadenas del ancla de uno de los mercantes. Ahí que enviamos un comando compuesto por Thierry y Natxo, con el dingui, para amarrarnos a la cadena de otro mercante y quedamos convenientemente sujetos. Como es natural, el dueño de la motora nos saludo y hasta departió con nosotros amablemente mientras el machaca de turno nos abroncaba por amarrar tan cerca de su buque. En departiendo, el amable millonario nos indico que la quema del navío del turco sería, y cito textualmente, a las diez.
La celebración consiste básicamente en quemar un barco que han construido en el pueblo con forma de carabela y dimensiones nada desdeñables, navío que vimos pasar, en su salida del puerto, remolcado por una lancha y acompañado de la consiguiente parafernalia en forma de flotilla de lugareños dándole a la bocina y provocando tremenda bronca. Hasta una fragata de la armada (griega) andaba fondeada por allí. Por si el turco, en última instancia, se ponía bravo, entiendo yo.
Avanzadilla para comprar pan a cargo de la sección de engrasadores, con gran riesgo, por cierto, de nuestra integridad física pues hubimos de esquivar numerosos turistas de a pie, turistas de a en moto y hasta turistas de a en carricoche de caballos. El dingui, ya en esta etapa del viaje comenzaba a dar signos de fatiga y así, cada traslado a tierra se hacía provisto del consiguiente inflador. De vuelta al puerto, arrebatar el dingui de las fauces de Neptuno, que ya salivaba ostensiblemente a la vista de semejante escora, inflarlo y vuelta a bordo.
La segunda singladura a tierra del dingui ya fue un tanto más aparatosa, con 4 tripulantes a ras del agua y el cielo gris, gris. Juanjo que también quiere ir a tierra y ahí que vuelven Ana y Thierry (Con gran sentido de la oportunidad, a mi modo de ver) y en lo que están montando Begoña y Juanjo en el dingui alguien que dice “Yo me cogería un chubasquero”. ¿Un chubasquero? Un flotador hubiera sido más razonable... Vaya chupa que se agarro la comandita, era para verlos de vuelta a bordo, calados hasta las meninges, chorreando tal cual se hubieran pegado una ducha, así, con la ropa puesta. En lo concerniente a la misión, entre otras labores de intendencia, se informaron adecuadamente y la quema simbólica del turco sería, y cito textualmente, a las diez.
Como es natural, a eso de las nueve, comenzamos a ver así como un fuego más allá de la bocana a la par que comienzan los fuegos artificiales. El capi que se pone a jurar en hebreo... ¿Pero no era (Y cito textualmente) a las diez? Larga amarra, recoge el fondeo y vamos a por el puto turco (Entiéndase que la animadversión en este caso bien pudiera, sin embargo, dirigirse a los griegos, noble pueblo contra el que el autor, simple conducto, no guarda animosidad alguna). Y allá que vamos...
Para que te voy a explicar. A lo que yo interpreté, la simulación de la batalla resulta bastante realista, si bien, acaso, un poco desproporcionada dado, por ejemplo, que al barco del turco le dan fuego nada mas empezar. Cada cierto tiempo, por aquí o por allá, el fuego hace prender fuegos artificiales en el buque otomano que bien podrían simular los cañones con los que se defiende de la flota de griegos, a la que nos sumamos, que en derredor y no sin grande riesgo de la integridad de sus buques, hacen pasadas, simulando, entiendo yo, que lo cañonean con los flashes de sus cámaras de fotos. Claro que entre semejante algarabía de barcos, las maniobras de aproximación, fuego y evasión con su consiguiente reintegración a la flota, no siempre cumplen con los exquisitos rigores que imponen las ordenanzas civiles, que poco entienden, acaso, de los imperativos que impone la modalidad de navegación batalla naval. Eso cuando, en mitad de todo el cisco no aparece un ferri al que abren hueco sirenas a tutiple un par de lanchas de la guardia costera. Pasa el ferri, se apagan las sirenas y todos a por el turco, vivir para ver.
El capitán, dispuesto a hacer valer el pundonor del pabellón que ostenta, navegaba hacia el objetivo con firme determinación. Una impecable maniobra de aproximación por la proa del turco impidiendo su posible evasión y de frente al meollo. Un buque de grandes dimensiones dotado de imponentes baterías de no menos de trescientas o cuatrocientas piezas de artillería cuyos flashes centelleaban a diestro y siniestro, navegando a no menos de 15 nudos esquivando con gran habilidad, virgen santísima, gracias a Dios, al resto de la flota provoco en un par de pasadas bastante apuradas, enormes daños en el navío del infiel. Una vez nos aproximamos al turco, luchamos con gran coraje, haciéndole no menos de 20 o 30 fotos (Como éramos invitados, tampoco nos pareció bien hundirlo nosotros solos).
Una vez quedó constatado que el enemigo no tenía posibilidad alguna de recuperar el gobierno de su buque, celebramos la victoria sobre el turco y nos dirigimos a dormir a Puerto Kelly, por donde a horas tan intempestivas y con tanto barco sin llevar siquiera la luz reglamentaria todo horizonte, con la tripulación fatigada por los rigores de la batalla, ejecutamos la maniobra como si hubiéramos ciertamente perecido en la gesta y arribáramos con nuestro buque fantasma a un fondeadero de navios tripulados solo por animas. Tal fue nuestro compromiso para contra el turco.
sábado, 11 de septiembre de 2010
LIQUIDACION Y DEGRADACION
Aprovecho unos momentos de travesía a vela para actualizaros la situación que se viene viviendo últimamente en el Alysio. Al estar próximo el término de la singladura de este año, el Almirante se ha puesto serio, firme y de forma muy sutil y sin lugar a equívocos, nos ha dejado claro que hay que acabar con los suministros que quedan en el barco y no ha lugar a compras gastronómicas ociosas. Así que henos aquí en pleno proceso de liquidación y de imaginación de aprovechamiento culinario que sin duda animarían los agotados espíritus del Sr. Arzak, Ferrán Adriá y compañía.
Por otro lado, el Almirante no parece del todo satisfecho con la ésta última tripulación temporal con la que le toca bregar. Ya no sólo le exasperamos con los nudos y demás cordeleria, sino con la “in”disciplina marinera que reina en ocasiones, producto más de un exceso de buena voluntad de la tripulación que de la rebeldía que el oficial al mando pretende asignarnos. Resultado, la degradación a meros engrasadores (de momento) de los Nachos (nuestro excelso pescador y el rutilante y otrora aspirante a guardiamarina)
El pasado Miércoles 8 de Septiembre, amanece en Monemvasia que no es poco, y poco a medida que conversamos en la bañera preparándonos para asaltar la ciudad amurallada, coincidimos y rememoramos una de las ya célebres y sempiternas frases propias del Alysio, Te lo juro, te lo juro y por Dios por Dios, ha sido la peor noche de mi vida. Sin llegar a ser la peor, sí que ha sido movida a pesar de la aparente calma de la Mar cuando nos fuimos a acostar.
Atacamos la ciudad antigua en dos grupos mientras un tercero se dedica, dada la situación in extremis a buscar el gas que tanta falta nos hace y otras provisiones menores. La parte baja de la ciudad muy mona y limpia, es obvio que es objeto de intereses turísticos. Los bares, tiendas chulis, hoteles y apartamentos de alquiler se alternan por las estrechas calles. La parte alta, no tiene las mismas atenciones y mantiene su aspecto ruinoso. Antes de partir del Alysio habíamos acordado una hora a la que encontrarnos en un bar muy puntual, regentado por Juan, un griego largando en castellano (Ostia tú, vasco adoptivo sin ninguna duda) casado al parecer con una navarrica. Lo que iba a ser tomar un pinTXito, y debido a la labia comercial de nuestro anfitrión, se convierte en una señora comida. Pulpo a la brasa, al vino, langostinos a la plancha, boquerones, etc, corren por la mesa abandonándonos el sentimiento “liquidatorio” que había impuesto el Almirante. Hay que decir que las atenciones y detalles del afable Juan fueron únicas y le hacen recomendable para cualquier navegante español que visite el lugar (café KENTPO).
Después del citado almuerzo y dadas las horas a las que conseguimos partir, ponemos rumbo a la próxima Ierakas. Pequeño pueblo de no más 30 habitantes, que goza del privilegio de encontrarse en un refugio natural en el que coinciden la desembocadura de un rio y el mar. La tranquilidad es absoluta. Los fumadores, escasos de materia prima, se muestran nerviosos al saber que Ierakas no es lugar para su vicio y que nadie les suministrará su ansiada dosis de nicotina.
Jueves 9 Septiembre. A la hora de costumbre, levamos ancla y zarpamos, encontramos a la salida de la ria otro velero con pabellón español, tras un inevitable y breve coloquio entre la oficialía de ambos barcos, nos dirigimos hacía la isla de Khinitsa, próxima a la ya continental Porto Kheli. Antes pasamos por la isla privada del señor Niarchos (Spetsopoula). La vida, parece resurgir, pasamos de la tranquilidad y solitud de días anteriores a los movimientos de hidrofoils, lanchas rápidas y demás artefactos que raudos pasan a nuestro lado. Fondeamos en una cala en la que nos rodea el ambiente que fluye en los sitios bien. Casas con embarcadero propio, sus cenadores, luces y jardines con buganvillas, cipreses y demás especies arbóreas. Todo muy “cuqui”.
Thierry
jueves, 9 de septiembre de 2010
La última tripulación temporal del Alysio en esta Singladura se encontró en una terraza de Githio con los dos últimos componentes de la anterior tripulación, recién cenados, satisfechos, aunque resignados a su inmediato futuro de vuelta a casa. El vehículo que nos llevó del aeropuerto de Atenas a la población que va a ser origen de nuestro viaje, los devolvería en breve a la “civilización”.
El Domingo 5 de Septiembre amanecemos en Githio a la espera de que Juanjo regresara de Atenas (al que sin duda le debemos agradecer sus esfuerzos y gestiones con la “fregoneta”) tras unos “pescaitos” para comer, ponemos rumbo sur en busca de una cala en la que pasar la estrellada noche. Va anocheciendo y nos vamos aproximando a nuestro destino, recogemos velas y ponemos en marcha el motor, y aquí es cuando nos damos cuenta de la finura del oído del Almirante. Lo que para él parece un natural proceder, nos deja atónitos al comentar que ha oído (por encima del ruido del motor y de las olas) que no funciona la refrigeración del motor y que hay que apagarlo. Con fe en él y a sus indicaciones desplegamos de nuevo las velas y dando bordos alcanzamos nuestro objetivo en mitad de la noche. Cenamos y mañana se mirará por qué no funciona.
Lunes 6 – Despertamos en medio de una cala de aguas transparentes y azul turquesa, típica de cualquier folleto vacacional. Después del siempre y ya conocido “frugal” desayuno del Alysio, los técnicos atacan el mal de la refrigeración y aunque sin saber muy bien cómo acaeció la incidencia, solventan el problema y nos dirigimos a la isla de Kythira para alcanzar con las ultimas horas de la tarde la fortaleza del mismo nombre que la isla. Atracamos en el pequeño puerto. Nos abarloamos (atarse al lado de un barco) a otro velero que amablemente se sacrificó a que todos pasáramos por encima de su cubierta para alcanzar el cemento y ascendemos hacía la fortaleza que domina toda la cala. Las referencias a lo duro que es erigir tales atalayas y a la dureza de la vida de antaño, nos hace apreciar la aparente facilidad de nuestras vidas. El atardecer es digno de mención y la cervecita en una terraza en lo alto del pueblo es de las que sientan más que bien y uno se acuerda por siempre. Bajada al barco y cena (procurando ser silenciosos para no molestar a nuestros más que tempraneros vecinos). El Almirante nos pone sobreaviso sobre la duración del viaje que nos espera al día siguiente y que deberíamos partir pronto.
Martes 7 – “Partir pronto”, Ja, ja ¿pero qué término es ese?, salimos a las doce de la mañana, después de no perdonar el desayuno y de darnos un baño en las transparentes aguas del puerto. Si, he dicho bien, en las aguas del puerto. Cristalinas, viendo las algas, pececitos y demás fauna que nos rodea aún a pesar de los barcos que allí atracan. Nos da respeto el ensuciarlas y contaminarlas con el lavado matinal de la vajilla, así que nos las arreglamos para fregar en tierra. Con el viento en contra y con el motor a favor, nos dirigimos a lo que entendemos y hemos rebautizado como “Mombasa”. Durante parte del trayecto hemos tenido una Mar molesta, nos hemos acercado a los restos de un mercante naufragado aparentemente no hace mucho (el Sr. Google nos confirmaría más tarde que es del año 2.000) y finalmente al atardecer con Mar calma, llegamos a nuestra Mombasa y cuyo nombre en realidad es MONEMVASIA. Otra fortaleza aislada en un istmo, si cabe más inexpugnable que la de Kythira. Salvando las distancias y haciendo un chiste malo, decimos que tampoco es para tanto, que son como las murallas de Ávila pero en el Mar y sin las yemas que tan famosa la hacen. En ocasiones, como en este caso, agradezco ser un ignorante y desconocer que existen en este mundo sitios tan espectaculares como Monemvasia; así puedo seguir impresionándome.
NOTA PARA EVA Y PALOMA: El Almirante ha recibido puntualmente su dosis de gominolas y demás plástico comestible atemperándosele el recio carácter marinero.
Thierry
el otro bicho
Estas son las imágenes del otro animal al que se hace referencia en artículo anterior. Un mamífero que, según lo que vimos y con la ayuda de la guia de especies mediterráneas que llevamos a bordo, dedujimos que se trata de un calderón. Yo me sumergí agarrado al barco en marcha, y pude verlo unos segundos bajo el agua. Impresionante y bello.
Al principio avistamos uno, pero luego se le unió otro más pequeño; pensamos que podía ser su cría.
Juanjo
sábado, 4 de septiembre de 2010
Dieta proteínica
Esta vez tenemos más experiencia y la parada para recoger velas y cobrar la presa nos ha llevado menos de media hora.
Después hemos seguido con la travesía a vela (Juan, navegamos más de 7 horas con velocidades puntas de hasta 10 nudos y siempre por encima de 8, todo ello sólo con un cachito del Génova.)
Disfrutando de olas de 2m y viento NW sostenido de 25-30 nudos, cuando hemos doblado el cabo Tainaron y nos hemos encontrado un viento aparente con rachas de 45 nudos que literalmente nos duchaba en la bañera … ¡pá habernos matao!
Fondeamos en Kayio, una aldea con algunas casas de arquitectura tipica de esta zona
De cenar, adivinad: atún al tun-tun. Aunque también hay partidarios de rebajarlo con arroz.
Pili y Carlos
viernes, 3 de septiembre de 2010
Jornada de Bricoalysio
En Sapientza a los genios les dio por trabajar y dedicaron algún tiempo al mantenimiento y reparación general del Alysio, como esta tripulación es mayoritariamente masculina hubo algún que otro incidente con el tamaño de las luces, ya se sabe que el tamaño importa y que dos centímetros mas o menos son una gran diferencia…
Arreglos varios, cambio de luces de cocina etc...ect..., al dia siguiente al partir de Sapientza vimos una tortuga, pobrecita ella parecía estar muerta, aunque no seria el ultimo enorme bicho raro que terminaríamos viendo…..pero esto lo dejamos para próximos capitulos....
Dia de Turismos Varios
De allí intentamos saltar a Pilos, pero no pudimos fondear por el poco abrigo que ofrecia el puerto, fotos desde el Alysio a la fortaleza.
Bajamos a Methoni , con su torre turca donde hicimos compra y avituallamiento.
A dormir a la isla de Sapientza, para ver si se nos pegaba algo, allí si pudimos fondear, y los atardeceres como siempre, fantásticos.
Carlos Ayllon