Otro acontecimiento fue la preparación de sushi a bordo, que tuvo tanto éxito que hemos decidido repetirlo en breve (cuando nos den los estómagos después del empacho).
Partimos hacia Cefalú con viento fresco y llegamos al mediodía. En esos momentos te alegras de ir en barco, porque el pueblo es espectacular desde el mar y la playa está que no cabe ni una pulga. Por la tarde, nos arriesgamos a acercarnos en gomona y pronto nos dimos cuenta de que es el último reducto pirata de Sicilia: hasta los niños nos miran calculando nuestro peso en oro. Nos dimos unos cuantos codazos con los turistas para tomar una pizza y una birra y regresamos al barco (en gomona) con 3 helados (idea de Miguel). Imaginaros cómo llegamos todos y el helado….
No quiero aburriros mucho con nuestras desventuras aventuradas, pero es necesario que conozcáis los refranes que nos han acompañado toda la travesía, fruto de la sabiduría popular y de la experiencia acumulada: “el asco da confianza”, “Miguel todavía no lo sabe pero va a ir al pueblo”, “donde hay pelo, hay alegría” (como podéis ver, lo del pelo es un recurrente).
Nos habían asegurado que San Vito lo Capo (último reducto de la Mafia siciliana) era bonito, bueno y barato. Y fue un fiasco, no obstante, tras ver las reliquias del santo en una cripta de la iglesia (normanda y reconstruida) y repostar gasoil y provisiones, partimos esta vez sí que con viento fresco hacia las Egades, un archipiélago en la parte más occidental de la isla.
Pasamos de largo por la isla Formiga (privada y mínima) y recalamos en Levanza, la más al norte, en frente del cementerio, cortesía de nuestro patrón Joseba, alias capitán, alias almirante (si no le denominamos por todos sus epítetos -suponemos justamente merecidos- nos amenaza con lanzarnos por la borda). Después de la comida (frugal y nutritiva, mal que les pese a unos cuantos), desplegamos vela y nos dispusimos a recibir la primera (y única) clase teórico-práctica de navegación a vela, después de lo cual somos todos marineros con nuestros apellidos (marinero de primera Cristobal, marinero Sanchez y capitán de la gomona, marinera Alcaide y marinera Hidalgo, la que suscribe).
Por lo demás, la mar acompañó en la navegación a vela, gracias también a la sin par y polivalente Amaya, que siempre nos sorprende con nuevas habilidades y recetillas (consultar el blog para platos históricos).
Al día siguiente visitamos Favignana, la isla con forma de mariposa, tanto su castillo aragonés (la infantería subió con la fresca, a las 12 del mediodía) mientras que el grupo de caballería alquiló unas bicicletas y recorrió buena parte de la isla, siendo los pioneros en acercarse a la cala Rosa, antigua cantera y testigo de las disputas navales entre romanos y cartaginenses.
Nos recogieron en el puerto (habíamos buscado sin éxito hielo por todo el pueblo para los martinis) y luego recalamos todo el día en la calita inicial, ya que soplaba mucho viento (no me preguntéis qué viento, que la clase recibida no dio para tanto).
Al día siguiente partimos hacia la isla que nos quedaba por ver (Marittimo), montañosa y agreste, para luego iniciar la travesía hacia Cerdeña. La puesta de sol (adjuntamos foto, que no le hace justicia) una maravilla y de las mejores que todos recordábamos. Tanto es así que ha sido lo único en lo que hemos conseguido ponernos de acuerdo en todo el viaje.
El siguiente tema fueron las guardias: elegir pareja (bastante fácil), determinar los turnos (más complicado) y elegir turno (dificultad extrema… resuelto gracias a los ases de la baraja de cartas). Afortunadamente no llegó la sangre a alta mar y todo transcurrió con total normalidad…
Lo bonito fue despertarse y ¡tierra a la vista!, otra calita muy mona con vecinos interesantes que nos han tenido ocupados todo el día (somos asín de cotillas). Nos visitó un delfín y unas cuantas mantas con su prole a cuestas y para celebrar nuestra última noche a bordo hicimos sushi, regado con vino blanco y mistela (¡qué alimañas!).
Hoy ya estamos en Cagliari, hemos atracado en puerto, donde nuevamente tenemos numerosos vecinos para saciar nuestra sed de voyeurismo y una ciudad que pensamos quemar con la excusa del cumpleaños del marinero de primera Cristobal (alias Juanjo).
A partir de aquí se escribe una nueva historia……