Tras varios días de silencio y de adaptación a este medio acuático, los nuevos tripulantes y los antiguos ya somos como uña y carne (o, mejor dicho, como uña en-carnada). Pelillos a la mar, que diría aquel.
En suma, que tras varios aviones, autobuses y tranvía incluido, llegamos a Messina, nos presentamos en el barco, nos miraron de arriba abajo, no vieron nada raro (Miguel llevaba un alternador y eso ayudó un poco) y nos dejaron subir.
Al día siguiente y tras disfrutar de la última ducha con agua dulce (los que hayáis estado por aquí sabéis a qué me refiero), partimos rumbo a las Eólicas. Cómo podréis imaginar, hacen honor a su nombre y aunque el viento sopla de cara (o sea, de velas nada de nada), llevamos unos días donde los fondeos parecen una montaña rusa.
Llegamos a Vulcano que se caracteriza por dos cosas: el olor a azufre y por una extraña distribución de tiempos: 40 minutos en recorrer la isla en bicicleta y 3 horas para subir y bajar del volcan. Por cierto, todavía suelta fumarolas y pensamos que puede ser porque Vulcano, dios de los infiernos, todavía lleva mal lo de los cuernos de su ex, a saber, Venus o Afrodita. En fin, que los italianos son muy suyos para eso de la esposa.
De ayer destacar dos eventos, uno la sugerencia tierna y obsequiosa de Begoña al almirante: ¿Qué te parece si cojo las tijeras y te corto un poco la cabeza? (ella luego adujo que quería decir las patillas.... una vez más, pelillos a la mar). Y el otro ha sido llegar a Stromboli y reunirnos con una parejita de catalanes (Alex y Mirella) a los que el capitán, digo Almirante, invitó a cenar y que habíamos conocido en el fondeo de Vulcano (como no podía ser de otra manera, su barco se llama Cava....).
El volcán, o sea, el Strómboli, sigue activo en cierta medida y ayer noche como postre a la estupenda cena preparada por la tribulacion antigua, vimos fuegos artificiales y alguna pedorreta rojiza del volcán.
Hoy hemos partido para Lípari, estamos discutiendo si puerto (ducha, compra, cena) o fondeo (libertad, mar abierto y olas) y mientras el Almirante se ha dejado por fin cortar... el pelo y no sólo las patillas (en próximas ediciones ajuntaremos foto testimonial de su nuevo look).
Si más que contar, salvo que es el primer día que no me he mareado y feliz por tener un camarote para mí sola, me despido temporalmente. Acabamos de llegar a Lípari y voy a ver si me entero de algo de eso de las maniobras de atraque.
Maite
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