Esta mañana he abierto sólo medio ojo cuando me ha parecido que levábamos anclas y movíamos. Poco a poco soy capaz de aguantar en el sobe aunque entre el sol por la escotilla. Creo que el haber descubierto que hay una especie de persiana que tapa el tambucho también ayuda.
Después de un rato muy cortito, hemos vuelto a parar. Qué raro. Venga, voy a levantarme a ver qué se está tramando. Acabáramos! Nos hemos ido por patas de nuestro fondeadero nocturno para evitar pagar el impuesto revolucionario que exigían los piratas de la marina de Trogir. Se me olvidó comentar que ayer ya intentaron pegarnos el sablazo, cosa que muy hábilmente consiguió evitar el marinero López (se le nota que está haciendo méritos para recuperar el puesto que tenía antes de su humillante degradación y no pierde ocasión para colgarse alguna medallita ante el almirante)(Y parece que no le va del todo mal, de hecho, ya ha vuelto a comer con todos nosotros)(Aunque, en el fondo, me da la impresión de que el almirante lo está utilizando)(Voy a dejarme de incisos sobre este tema. Cierro los paréntesis)
El caso es que parecía que estaba clarísimo que acabado el desayuno saldríamos en formación las 2 naves rumbo a las Pataki, pero después de un buen rato esperando a los hermanos Pineda, por aquí no ha pasado nadie conocido. Y digo yo ¿para qué tanta tecnología si después, para algo tan simple como quedar para salir, hay que saber física cuántica? A bordo hay 2 ordenadores, un GPS, antenas, varios móviles de última generación, radio, todos los programas informáticos inimaginables… un arsenal de cachivaches con los que se podría montar una red de alto espionaje… y luego va, y se olvidan de quedar (o peor, quedan pero no se entera ninguna de las 2 partes de cómo) y ya no hay forma de arreglar el entuerto.
¡Qué me aspen si lo entiendo! Es más, durante un buen rato no ha habido forma de comunicarnos, cuando uno lo intentaba por radio, el otro estaba en una frecuencia diferente y cuando lo intentaba por móvil, no había cobertura, o saldo, o no nadie lo oía.
Visto lo visto, alzamos el vuelo y nos lanzamos a la persecución de nuestro querido compañero de viaje. Ellos, por su parte han puesto la directa para alcanzarnos a nosotros, pensando que les llevamos ventaja y varias horas de navegación.
Menos mal que el rumbo estaba claro y ambos íbamos en la misma dirección, sino ya me veía peinando isla a isla la costa buscándoles.
Arreglado finalmente el malentendido, hemos llegado al fondeadero de la isla de Zirje donde el Luna llevaba ya unas cuantas horas. Un lugar idílico y más acorde a lo que esperábamos encontrar por estas latitudes: una bahía en forma de rodaja de sandía, un pequeño puerto, árboles hasta el borde del mar, aguas transparentes y las ruinas de un pequeña fortificación en lo alto de un montículo que nos han lanzado su irresistible grito para que fuéramos a su conquista.
El baño ha sido espectacular y la comida, muy acertada, equilibrada y riquísima. Esta Amaya vale su peso en oro.
Tras la siesta reparadora, algunos hemos querido bajar a estirar las piernas (la llamada de las alturas, ya sabéis) En tierra, lo que parecía un islote semi-desierto desde el barco se ha convertido en una islilla con algo más de entidad, con su Konoba en el puerto y todo.
José y yo nos hemos lanzado a la exploración terrestre recorriendo caminos que se alejaban, al menos, 3 ó 4 kilómetros hacia el interior (lo hemos visto en un cartel explicativo) Nosotros nos quedamos como a medio camino. Luego, hemos andado sobre nuestros pasos, como los navajos, para no dejar huellas y regresado al Konoba que, por cierto, tenía bastantes parroquianos. Un camino parecía subir hacia las ruinas y en un punto, no lo hemos visto claro y hemos vuelto sobre nuestros pasos. Hemos perdido la senda. En el Konoba hemos encontrado a las chicas del Luna que nos han convencido para volverlo a intentar y hacer cumbre, por las vistas. A la 2ª ha sido la buena y objetivo cumplido. Valía la pena (y el camino, para embarazadas y casi imposible de perder)
De vuelta al Konoba, nos encontramos con el marinero López y la armadora Begoña que también quieren dar una vueltita (corta, en 10’ se hace de noche) y les aconsejamos ir hasta las ruinas. Pasan educadamente y se dirigen, atraídos magnéticamente por el olor de unas brasas, a echarle un ojo al ya famoso Konoba. Regresan con los ojos iluminados por lo que han visto y tentándonos para cenar a la fresca una parrillada. Nosotros somos fáciles y nos dejamos tentar. A los que hay que convencer es a la sobrecargo Amaya y el almirante Joseba y son duros de pelar. Vamos, que no lo consiguen.
La cena consiste en un hervido (bollit valencià de bajoqueta i credeilles, sense seba) O en unas vainas al estilo almirante. Según quien lo coma y quien lo cocine. Se ve que sobre este tema ya ha habido polémica y no entraré al trapo.
Después de un rato de sobremesa, copas, vicios varios, conversación inteligente y un cielo espectacular (vemos, al menos, 2 estrellas fugaces) al sobe. La noche es joven pero nosotros, no.
El guarro de Joseba sigue sin ducharse ni tirarse al agua. Yo no quiero hacer sangre, pero este tema me preocupa. Eeeehhh,hay alguien en el ciberespacio??? Decid algo, joder. Pobre Begoña.
Marta
Después de un rato muy cortito, hemos vuelto a parar. Qué raro. Venga, voy a levantarme a ver qué se está tramando. Acabáramos! Nos hemos ido por patas de nuestro fondeadero nocturno para evitar pagar el impuesto revolucionario que exigían los piratas de la marina de Trogir. Se me olvidó comentar que ayer ya intentaron pegarnos el sablazo, cosa que muy hábilmente consiguió evitar el marinero López (se le nota que está haciendo méritos para recuperar el puesto que tenía antes de su humillante degradación y no pierde ocasión para colgarse alguna medallita ante el almirante)(Y parece que no le va del todo mal, de hecho, ya ha vuelto a comer con todos nosotros)(Aunque, en el fondo, me da la impresión de que el almirante lo está utilizando)(Voy a dejarme de incisos sobre este tema. Cierro los paréntesis)
El caso es que parecía que estaba clarísimo que acabado el desayuno saldríamos en formación las 2 naves rumbo a las Pataki, pero después de un buen rato esperando a los hermanos Pineda, por aquí no ha pasado nadie conocido. Y digo yo ¿para qué tanta tecnología si después, para algo tan simple como quedar para salir, hay que saber física cuántica? A bordo hay 2 ordenadores, un GPS, antenas, varios móviles de última generación, radio, todos los programas informáticos inimaginables… un arsenal de cachivaches con los que se podría montar una red de alto espionaje… y luego va, y se olvidan de quedar (o peor, quedan pero no se entera ninguna de las 2 partes de cómo) y ya no hay forma de arreglar el entuerto.
¡Qué me aspen si lo entiendo! Es más, durante un buen rato no ha habido forma de comunicarnos, cuando uno lo intentaba por radio, el otro estaba en una frecuencia diferente y cuando lo intentaba por móvil, no había cobertura, o saldo, o no nadie lo oía.
Visto lo visto, alzamos el vuelo y nos lanzamos a la persecución de nuestro querido compañero de viaje. Ellos, por su parte han puesto la directa para alcanzarnos a nosotros, pensando que les llevamos ventaja y varias horas de navegación.
Menos mal que el rumbo estaba claro y ambos íbamos en la misma dirección, sino ya me veía peinando isla a isla la costa buscándoles.
Arreglado finalmente el malentendido, hemos llegado al fondeadero de la isla de Zirje donde el Luna llevaba ya unas cuantas horas. Un lugar idílico y más acorde a lo que esperábamos encontrar por estas latitudes: una bahía en forma de rodaja de sandía, un pequeño puerto, árboles hasta el borde del mar, aguas transparentes y las ruinas de un pequeña fortificación en lo alto de un montículo que nos han lanzado su irresistible grito para que fuéramos a su conquista.
El baño ha sido espectacular y la comida, muy acertada, equilibrada y riquísima. Esta Amaya vale su peso en oro.
Tras la siesta reparadora, algunos hemos querido bajar a estirar las piernas (la llamada de las alturas, ya sabéis) En tierra, lo que parecía un islote semi-desierto desde el barco se ha convertido en una islilla con algo más de entidad, con su Konoba en el puerto y todo.
José y yo nos hemos lanzado a la exploración terrestre recorriendo caminos que se alejaban, al menos, 3 ó 4 kilómetros hacia el interior (lo hemos visto en un cartel explicativo) Nosotros nos quedamos como a medio camino. Luego, hemos andado sobre nuestros pasos, como los navajos, para no dejar huellas y regresado al Konoba que, por cierto, tenía bastantes parroquianos. Un camino parecía subir hacia las ruinas y en un punto, no lo hemos visto claro y hemos vuelto sobre nuestros pasos. Hemos perdido la senda. En el Konoba hemos encontrado a las chicas del Luna que nos han convencido para volverlo a intentar y hacer cumbre, por las vistas. A la 2ª ha sido la buena y objetivo cumplido. Valía la pena (y el camino, para embarazadas y casi imposible de perder)
De vuelta al Konoba, nos encontramos con el marinero López y la armadora Begoña que también quieren dar una vueltita (corta, en 10’ se hace de noche) y les aconsejamos ir hasta las ruinas. Pasan educadamente y se dirigen, atraídos magnéticamente por el olor de unas brasas, a echarle un ojo al ya famoso Konoba. Regresan con los ojos iluminados por lo que han visto y tentándonos para cenar a la fresca una parrillada. Nosotros somos fáciles y nos dejamos tentar. A los que hay que convencer es a la sobrecargo Amaya y el almirante Joseba y son duros de pelar. Vamos, que no lo consiguen.
La cena consiste en un hervido (bollit valencià de bajoqueta i credeilles, sense seba) O en unas vainas al estilo almirante. Según quien lo coma y quien lo cocine. Se ve que sobre este tema ya ha habido polémica y no entraré al trapo.
Después de un rato de sobremesa, copas, vicios varios, conversación inteligente y un cielo espectacular (vemos, al menos, 2 estrellas fugaces) al sobe. La noche es joven pero nosotros, no.
El guarro de Joseba sigue sin ducharse ni tirarse al agua. Yo no quiero hacer sangre, pero este tema me preocupa. Eeeehhh,hay alguien en el ciberespacio??? Decid algo, joder. Pobre Begoña.
Marta
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