13 Julio
Con un poco de retraso pero no quiero dejar de pasar más tiempo para escribir el final de la travesía.
Los que estuvimos la semana pasada en el Alysio como “pasajeros” a tiempo parcial nos despedimos con un par de días en Venecia. Antes de eso pudimos ver como el Alysio llegaba a su puerto final (para nosotros) atravesando un estrecho canal entre la atenta mirada de los paisanos que, a buen seguro, esperaban que nos machacásemos con los laterales de tan estrecho paso. El Almirante evitó dar gusto a los croatas que esperaban tamaño suceso y al final pudimos relajarnos en las duchas del puerto, después de una semana de agua salada por doquier.
Pescaditos y vino blanco de la zona a 3 euros el litro. ¡No era tan malo como para no despreciarlo!, se podía tomar y más aún a tamaño precio.
Los que estuvimos esta semana en el barco no tenemos más que palabras de agradecimiento a la tripulación fija del Alysio. No sé si aprendimos mucho, yo tengo mis dudas, salve decir que al entra en el puerto de Venecia con el Ferri que nos llevo allí, alguien dijo que la entrada en el canal estaba señalizada con “postes” verdes y rojos y que íbamos amurados a barlovento. O sea que yo tengo mis dudas, pero aprendimos muchas otras cosas. Aprendimos de la mirada atenta en todas circunstancias de Joseba y de la sensibilidad, calidez y cariño de Amaia – increíble y entrañable criatura que nos dejó a todos pasmados – y el saber estar y la delicadeza y amistad que nos brindó Juanjo. A los tres nuestro agradecimiento por los maravillosos días que nos hicieron pasar en esta singladura.
Los que estuvimos de pasajeros esos días nos queremos llamar “la quinta del plátano”. Y es que no sabemos por qué extrañas circunstancias nos pegamos una “jartá” a plátanos increíble. Aparecían los plátanos a todas horas como si en El Caribe nos encontrásemos. El plátano tuvo un efecto demoledor, nos produjo risas, muchas risas y una sensación de camaradería y amistad que es difícil definir aquí en pocas palabras. Esperamos que se vuelva a repetir, que la mano firme de Joseba nos conduzca en el futuro a otros puertos y calas, que despelotados todos, nos zambullamos en mares de aguas transparentes y llenas de amistad y alegría por vivir fuera de los condicionantes de la sociedad que nos aprisiona, que nos haga sentir más noches de luna llena, bañándonos admirados y sorprendidos por estrellas mucho más visibles que en las ciudades y que, en resumen, durante unos días, nos podamos volver a sentir libres de todo lo que nos oprime en el día a día de nuestro discurrir apresados a la tierra firme, llena de desalientos y turbaciones y que nos de fuerzas para poder seguir hacia delante, con el timón firme, fijo en la amistad y la alegría por vivir. Gracias Joseba, Amaia y Juanjo… os queremos. Que volváis con fuerzas para preparar otras aventuras similares.
Con un poco de retraso pero no quiero dejar de pasar más tiempo para escribir el final de la travesía.
Los que estuvimos la semana pasada en el Alysio como “pasajeros” a tiempo parcial nos despedimos con un par de días en Venecia. Antes de eso pudimos ver como el Alysio llegaba a su puerto final (para nosotros) atravesando un estrecho canal entre la atenta mirada de los paisanos que, a buen seguro, esperaban que nos machacásemos con los laterales de tan estrecho paso. El Almirante evitó dar gusto a los croatas que esperaban tamaño suceso y al final pudimos relajarnos en las duchas del puerto, después de una semana de agua salada por doquier.
Pescaditos y vino blanco de la zona a 3 euros el litro. ¡No era tan malo como para no despreciarlo!, se podía tomar y más aún a tamaño precio.
Los que estuvimos esta semana en el barco no tenemos más que palabras de agradecimiento a la tripulación fija del Alysio. No sé si aprendimos mucho, yo tengo mis dudas, salve decir que al entra en el puerto de Venecia con el Ferri que nos llevo allí, alguien dijo que la entrada en el canal estaba señalizada con “postes” verdes y rojos y que íbamos amurados a barlovento. O sea que yo tengo mis dudas, pero aprendimos muchas otras cosas. Aprendimos de la mirada atenta en todas circunstancias de Joseba y de la sensibilidad, calidez y cariño de Amaia – increíble y entrañable criatura que nos dejó a todos pasmados – y el saber estar y la delicadeza y amistad que nos brindó Juanjo. A los tres nuestro agradecimiento por los maravillosos días que nos hicieron pasar en esta singladura.
Los que estuvimos de pasajeros esos días nos queremos llamar “la quinta del plátano”. Y es que no sabemos por qué extrañas circunstancias nos pegamos una “jartá” a plátanos increíble. Aparecían los plátanos a todas horas como si en El Caribe nos encontrásemos. El plátano tuvo un efecto demoledor, nos produjo risas, muchas risas y una sensación de camaradería y amistad que es difícil definir aquí en pocas palabras. Esperamos que se vuelva a repetir, que la mano firme de Joseba nos conduzca en el futuro a otros puertos y calas, que despelotados todos, nos zambullamos en mares de aguas transparentes y llenas de amistad y alegría por vivir fuera de los condicionantes de la sociedad que nos aprisiona, que nos haga sentir más noches de luna llena, bañándonos admirados y sorprendidos por estrellas mucho más visibles que en las ciudades y que, en resumen, durante unos días, nos podamos volver a sentir libres de todo lo que nos oprime en el día a día de nuestro discurrir apresados a la tierra firme, llena de desalientos y turbaciones y que nos de fuerzas para poder seguir hacia delante, con el timón firme, fijo en la amistad y la alegría por vivir. Gracias Joseba, Amaia y Juanjo… os queremos. Que volváis con fuerzas para preparar otras aventuras similares.
1 comentario:
Este trozo del blog es uno de los más bonitos que se han publicado, lo que es lógico al haber sido escrito en pleno ataque agudo de exaltación de la amistad! Lo que nos lleva a pensar ¿cuántas botellas de vino cayeron ántes de que se escribiera? (el famoso vino Binoca: es malo pero coloca)
Ana La Rubia
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