25 Agosto 2011
Es mi primera experiencia en un velero - la verdad sea dicha en cualquier medio acuático incluyendo el flotador, que supere más de dos horas- afortunadamente…caí en el Alisio.
Desde Corinto atracamos en Atenas, la idea era ir hacia el Norte “Las Espóradas” y llegamos a Cabo Sunion dónde pasamos una noche algo agitada. A la mañana siguiente rumbo Norte. Los elementos naturales así como algunos técnicos de los que oía hablar desde que llegué, vease:“Mari sondi y el Sr Alternador” (que para mi tenían un affaire) se aliaban y no respondían a las expectativas de ruta.
Aprendí una lección, aquí no hay nada seguro y manda la mar y el Capi con su Pilot water y no siempre por este orden.
No obstante, comprobé que a bordo hay cosas que no cambian y son como un ritual en el día a día: El aperitivo, los micro sueños (que al final se convirtieron en macro siestas) y el Gin Tonic
Partimos rumbo Sur, Islas Sarónicas entre fuertes vientos, que no se si por mi ignorancia como neófita o por la tranquilidad que me transmitía la sobrada experiencia de la tripulación, yo consideraba como algo mareante pero al fin y al cabo normal.
Y hablando de otros cabos, mi intento de participación en las maniobras a pesar de querer colaborar, dejaba bastante que desear y en los momentos clave, pensaba yo que era mejor al menos no ser un lastre. Tampoco ayudaba mi desconocimiento de la terminología marítima que unido a mi memoria “teflón” - incapaz de retener los términos más básicos- “todo me trasluchaba”
Pero a Maiko no fue la memoria lo que le reclamó Poseidón, sino la cuchara de servicio por no brindar por los numerosos Dioses.
Llegamos a Poros, Russian bay dónde fondeamos con cabo a tierra para dar tregua a nuestro balanceo que se había convertido en una constante, creo que para todos.. Buena noche. A la mañana siguiente nos acercamos a la capital a aprovisionarnos de Ginebra (algo vital), breve visita y consabido café frappé para los veteranos. Luego dirección Dhokos, siempre en compañía de Eolo, fondeamos al atardecer con intención de dormir allí, pero justo cuando estábamos dispuestos a poner la mesa para cenar, en noche cerrada y siempre con viento, el Capi decidió partir en busca de un fondeadero más tranquilo, la experiencia no se discute y además es un grado.
¡En fin toda una experiencia! de la que tan solo me queda un día- ahora que ya me iba haciendo a la mar- y que agradezco a toda la tripulación, esperando tenga ocasión de volver a repetir.
Marta
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