Puf!!!!!, ya estoy incorporado a la rutina diaria y se me
hace harto difícil y doloroso recordar los tan cercanos días que acabo de
disfrutar un año más a bordo de nuestro querido Alysio. A pesar de que al igual que a sus
tripulantes, el paso de los años le van pasando factura, una vez más ha dado su
DO de pecho llegando a alcanzar fronteras que no hace mucho eran impensables.
Sí, ya se que me adelanto a los hechos, pero no puedo reprimirme desde ya en
informaros que hemos llegado a navegar por el Mar Negro.
Antes de empezar a relataros esta parte del viaje y dados
los avatares sufridos por el Alysio, quiero por una parte:
1º agradecer a la tripulación anterior, los sufrimientos
padecidos durante las reparaciones del barco y que los ha mantenido en “dique
seco” durante una semana en Atenas hasta que se solucionaron los problemas y
agradecimiento por sus esfuerzos para que el barco estuviera en el punto de
salida esperado (Isla de Skiatos) lo que les supuso realizar una travesía de
unas 170 millas naúticas sin parar.
2º pedir perdón a los seguidores del blog, (que me consta no
sólo se reducen a las tripulaciones pasadas, presentes y futuras sino lectores
externos a este grupo que usan nuestras experiencias como referencia para
intentar lograr las suyas propias) por
el desfase que se está produciendo este año entre el momento en el que
acontecen los hechos y en el que se reflejan los mismos en el blog. Espero que
las tripulaciones siguientes corrijan esta mala tendencia y actualicen
puntualmente sus vivencias.
Siguiendo el relato de Angel, comentaros que desde la
capital de la isla de origen volcanico Limnos (Mirina) nos dirigimos
directamente hacía el estrecho de Dardanelos y de ahí a Canakkale (77 millas).
El estrecho de Dardanelos se encuentra entre Europa y Asia.
La ciudad de Troya se encontraba en la entrada occidental del estrecho. Además
durante la 1ª Guerra Mundial las tropas británicas, francesas, australianas y
neozelandesas intentaron sin éxito arrebatar el control del estrecho a los
turcos en la conocida batalla de Gallipoli. Sendos monumentos a la entrada del
Estrecho rememoran para ambos bandos y
bajo el indiferente y abigarrado transito de buques mercantes, tan trágicos
días.
Desde la entrada del Estrecho hasta Canakkale (39º47'N -
0º31'E) hay unas 13 millas que recorrimos por el lateral asiático con la clara
intención de minimizar los efectos de la corriente marítima en nuestra contra y
no interrumpir la rapida ascensión de los mercantes que venían por detras.
Çanakkale y Estambul son las únicas provincias turcas que
tienen territorio en dos continentes (Europa y Asia).
El Harbour Master nos dirigió directamente a la Marina Canakkale en donde a
base de los correspondientes abonos de las interminables partidas de gestiones
y conceptos que de forma escalonada esgrimían las autoridades del puerto
conseguimos finalmente acceder a tierra Turca. En el intervalo en el que se
resolvían los trámites, podíamos circular libremente por la marina que se ubica
en el paseo maritimo de la ciudad, si bien estabamos aislados del quehacer
cotidiano de los ciudadanos de Canakkale por una pequeña valla en la que nos
apostamos para observar a nuestros nuevos vecinos que sin ataduras paseaban y
disfrutaban delante de nuestras narices.
Durante ese período de tiempo en
el que nos encontrábamos en tierra de nadie, surgió una de las anécdotas del
viaje que perduraría y afloraría repetidamente durante toda la travesía. En
nuestro afán de comunicarnos con el exterior, rápidamente nos hicimos con las
contraseñas para utilizar en nuestros móviles tan ansiado Whasapp. Si bien las
limitaciones físicas pueden impedir escribir mensajes extensos siempre existe
la opción de utilizar el micrófono para que el propio aparato transcriba lo
dictado. Esta posibilidad desconocida para uno de los tripulantes y que le
agrado notablemente cuando se la dimos a conocer, nos reportaría multitud de momentos
agradables recordando como el mentado tripulante puso en práctica el dictado.
En nuestra memoria perdura la pose del tripulante hablando con gestos
grandilocuentes al móvil, al que se dirigía cual avezada secretaria sin que
éste se percatara que esa posibilidad de dictado tiene su limite y hacía tiempo
que lo había agotado, pero seguía pretendíendo plasmar las experiencias más
nimias a pesar que el aparato se había desconectado.
Conseguidos los papeles que
legalmente reconocían nuestra legal entrada en el país y dadas las horas
nocturnas en las que nos encontrábamos nos lanzamos a la búsqueda de un
restaurante que nos agradara a la totalidad de la tripulación y que por
supuesto tuviera cerveza. Como en ocasiones el hambre es mala consejera, entramos
en el primero que nos satisfizo sin percatarnos que las cercanías había
multitud de restaurantes que hubieran cumplido mucho mejor su papel y nuestras
ansias gastronómicas.
La larga travesía paso su factura
y rápidamente nos retiramos para al día siguiente hacer las compras de
avituallamiento oportunas, después de comer partir hacía un nuevo y próximo
horizonte, que se materializaría en alcanzar Gelibolu (Galipoli)
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