Islas Principe
Hala,
otro madrugón para los voluntarios. En pie a las 6. Sí será pronto, pero los
amaneceres como los atardeceres, no son de desmerecer y me encanta verlos.
Además con la edad que voy acumulando, me despierto sin mayor esfuerzo. Así que a disfrutar. La salida del puerto de
Mármara fué de lo más tranquila.
Como viene siendo habitual en este viaje, el
mar se ha aliado con nosotros y está de lo más tranquilo. Lo que nos ayudará a
recorrer las 75 millas que tenemos por delante. Nos hubiera gustado visitar
alguna población de la costa, pero en las fechas en las que estamos y nuestro
proyecto de llegar hasta el Mar Negro, no nos permite demasiada distracción.
El
trayecto lo hacemos a motor por tener el viento constantemente aproado. Aún así
reconocemos que tenemos suerte por no habernos encontrado con el viento “Meltemi”,
que arrasa por la zona. Todavía es pronto. Su llegada suele ser principios de Julio/Agosto
y al parecer puede llegar a durar varios días seguidos. Surge de repente con
tiempo despejado y pueden llegar al nivel 7-8 de la escala Beaufort, lo que hace
peligrosa la navegación para barcos como nuestro Alysio. El Supremo como buen
conocedor de la mar, ha sido lo suficientemente hábil para programar el viaje y encontrarse en esta zona marítima cuando todavía el ogro está por
despertar.
A pesar
de haber salido de Mármara con aparente buen tiempo, sobre las diez de la
mañana y afortunadamente a la popa de nuestro barco se desata una tormenta.
Durante largo tiempo y a una distancia más que prudencial con respecto a
nosotros, disfrutamos del espectáculo de
las nubes que se cerraban y de los rayos que golpeaban repetidamente la
superficie. Cuando uno está a resguardo, los embates de la naturaleza se
aprecian en todo su esplendor y se disfrutan plenamente. El hecho de
encontrarnos con nuestros forros polares daba ese toque de calor y confort que
nos alejaba fícticiamente de la realidad que estábamos contemplando. Igual que vino la tormenta, ésta desapareció.
Para entonces ya nos encontrábamos a mitad de camino. Al inicio de la tarde y
todavía de camino hacia las Islas Príncipe, el capitán se retira a “reflexionar”.
Seguramente algún maledicente argumentaría que más bien el Supremo se fue a
echar la siesta. Pues no, está equivocado. El Almirante nunca descansa cuando
se halla en Alta Mar, a lo sumo “reflexiona”.
Pues sí, se fue a reflexionar y allí nos dejó a la tripulación, con el
velamen puesto, como si supiéramos lo que teníamos que hacer. Antes de sumergirse en las interioridades del
Alysio, con voz firme, dijo: “cuando la velocidad baje de cuatro nudos,
encended el motor”. Señor, si señor, y
allí estábamos mirando a ver si bajábamos de esa velocidad y sí, llegó el
momento en el que tuvimos que reaccionar. Fue divertido, por un rato tuvimos un
campo de pruebas y de experimentación náutica en el que nos movíamos a nuestro
antojo y de un lado a otro sin acertar con la maniobra correcta. A ver prueba
con el carro, échalo para estribor, no así no funciona, pues para babor, no,no
que así no funciona. Recoged un poco la escota, no así tampoco funciona. Pues
recoge la Mayor y deja solo el foque, pues nada que así tampoco conseguíamos
nada. Algún osado pretendía sacar de su reflexión al comandante, pero nos
opusimos, nos habíamos hecho merecedores de la confianza del capitán y no íbamos
a echarlo todo por la borda. Para
entonces ya hacía tiempo que habíamos puesto el motor en marcha. El Supremo
subió a la bañera y con ojos semicerrados propios de una profunda reflexión y
consciente de nuestra ineptitud por seguramente los más que sucesivos bandazos
a los que le habíamos sometido, dictó
sentencia operativa.” Recoged las velas . El viento está aproado y salvo que
cambiéis de rumbo no tenéis nada que hacer”. Dicho y hecho, aquí acabaron
nuestras hipótesis sobre la navegación.
En
torno a las 18 horas arribamos a una cala de una de las islas Principe,
concretamente al sur de la isla Heybeliada. Dada la cercanía de estas islas a
Estambul, éstas se han convertido en un lugar en el que abundan las segundas
residencias de los privilegiados para los fines de semana. Bajo un calor que no habíamos tenido durante
todo el periplo, pretendíamos bañarnos una vez fondeados pero aquí también nos
encontramos con las medusas. Total que allí estábamos en la bañera del Alysio moviéndonos
de un lado al otro, cociéndonos, buscando zona de sombra y mirando el agua sin
bañarnos.
Todo parecería lógico, pero lo chocante del momento es que estábamos rodeados
de otros barcos y el personal (nativo,
eso sí) se bañaba sin aparente mayor preocupación por la existencia de tan
celentéreos amigos que a nosotros nos amilanaba. Si ridículo, pero había que
verte a ti, querido lector, en tal tesitura. Bueno, menos mal que para pasar el tiempo,
estuvimos comentando, desde un punto de vista cultural como cualquier programa
de Sálvame, el hecho de que la cala fuera de lo más “familiar”. Rápidamente nos
dimos cuenta que el lugar era el sitio preferido por los ”abuelos” para ir acompañados por sus “queridas” nietas. Hay que ver como se
querían y que peripuestas iban las “nietas” haciendo juego con los
espectaculares yates de los “abuelos”.
Ya que no nos bañábamos, estábamos entretenidos. Por pudor no pongo foto alguna sobre los "entrañables" momentos "familiares". Sin duda sus protagonistas nos lo agradecerán y por consiguiente nosotros nos libramos de al visita de sus guardaespaldas.
A medida que iba cayendo el atardecer y la noche se acercaba, la gran mayoría de los barcos que por allí andaban, y tal como preveíamos, se retiraron a
la seguridad de los puertos y de las segundas residencias de sus acaudalados propietarios. dejando expedita la cala para los que allí permanecimos fondeados.
La
tranquilidad se impuso y poco después de cenar y de los consabidos chupitos y
raciones de chocolate habituales, nos retiramos. La jornada había sido larga y
mañana nos esperaba : Estambul y el Bósforo
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