miércoles, 26 de junio de 2013


Estambul – Bósforo y Mar Negro
Mañana VNLL (ventosa, nubosa, lluviosa) para llegar a la ciudad más grande de Turquía (pero no su capital) y la tercera de Europa con una población de casi 13 millones de habitantes. Se veía grande, grande, grande desde las islas Príncipe que abandonamos sorteando lo que creíamos eran muchos ferries. Poco después nos daríamos cuenta del error de nuestra apreciación numérica, sin duda precipitada al incorporarnos a la turbadora civilización después de tan relajados momentos de travesía.  El modelo más extendido de estos ferries nada tenían que ver con los que hasta la fecha habíamos venido viendo. La forma de los de ahora evocaban las líneas de barcos de otra época, unas líneas que fácilmente nos trasladaban mentalmente a la película de La Reina de África o de similares características.

Ansiosos estábamos por vislumbrar las famosas mezquitas de Santa Sofía y la Azul, pero el perfil que llegábamos a percibir se parecía más al de Nueva York que al de una ciudad fundada en el 667 a.C.. Poco a poco se fueron definiendo las tan esperadas siluetas, pero no será hasta dentro de un par de días cuando podremos estar a sus pies y apreciarlas sus inmensidades. Nuestro objetivo para hoy era subir por el Bósforo y llegar a la meta final: Navegar en el Mar Negro.


Cruzando el canal y ascendiendo por su lado izquierdo, disfrutamos de la vista como auténticos privilegiados alejados de cualquier masa turística. El capitán pretende acercarse al puente Galata próximo al mercado de las especias. Será misión imposible, la increíble densidad de ferries yendo y viniendo a toda velocidad, impide toda aproximación y el sentido común y la poca cordura que nos quedaba imponían una retirada a tiempo hacía la tranquila zona en la que los “pequeños” cruceros que transportan miles de personas, se encuentran atracados. Sin embargo durante el breve espacio en el que hemos intentando acercarnos al Puente nos hemos sentido eufóricos cual primeros colonos que arriban a la tierra que buscaban. Allí estábamos todos de pie en la bañera, mirando para todos los lados intentando retener en nuestras retinas hasta el más mínimo detalle de tan impresionante ciudad.  

Esa situación de “alerta”, se mantendría a lo largo de la subida por el Bósforo  (17 millas). Vimos las magníficas viviendas construidas a ras del agua, los palacetes de otras épocas  algunos de los cuales se han reconvertido en hoteles de lujo (por encima de 600 euros la noche – lo ibamos consultado en “intennete” según pasábamos por delante de ellos), pasamos por debajo de los dos puentes colgantes que permiten (soportando los interminables atascos) atravesar desde Europa a Asia, apreciamos en toda su intensidad la. Todo un espectáculo. Disfrutamos como enanos hasta el punto de prácticamente no darnos cuenta de que para entonces la comida nos la habíamos saltado. Ya haríamos merienda cena.

Más allá de la mitad de la longitud del Estrecho del Bósforo, la urbe empieza a desaparecer sustituida por una inmensa arboleda que todo lo inundaba y que no desmerecería a la de ningún bosque asturiano. Poco a poco, y esquivando a algunos de los 55.000 buques mercantes que anualmente transitan por sus aguas, seguimos subiendo hacía el Norte hasta la población de Poyraz, que se encuentra justo en la entrada al Mar Negro. Nuestra meta se encuentra cada vez más cerca. Aun así tendrá que seguir esperando, entramos en el puerto para sondear su conveniencia para el fondeo de esa ya no tan lejana noche. Visto el lugar, volvemos a salir al Estrecho y con rumbo decidido, nos dirigimos hacia el que más que próximo Mar Negro. Y por fin tras una breve incursión os dejamos el testimonio de nuestro, probablemente más que modesto logro para otros ojos distintos a los nuestros, pero tan importante como si hubiéramos las más altas cotas montañeras. El Alysio nunca había estado tan lejos de su casa. Por fin estábamos navegando por el Mar Negro, al frente Ucrania, a babor, Bulgaría y Rumanía, a estribor Georgia y Rusia. Que pasote, que sensación, igual que las olas que nos recibieron y a las que ya nos habíamos desacostumbrado con nuestra sin altibajos tranquila singladura. Ojala todos hubierais podido estar allí.




Pues hala a disfrutar un rato, comprobar que el Mar Negro, es oscuro por su profundidad pero no negro por el color de sus aguas y vuelta a Poyraz a dormir y mañana bajada hasta Estambul, final de nuestra travesía. Esta noche, también oiríamos al muecin de turno.

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Alysio 2014