El final de las
tribulaciones del Alysio (por el momento…)
Desde mi
inocente ignorancia, cuando preparaba mi mochilita en Madrid para partir,
desconocía lo que me esperaría al llegar al Alysio. Recordaba mis últimos días
del año pasado en septiembre, cuando llegábamos al lugar de reposo invernal y
durante los cuales la operación de fondeo consistía en “un hacer brazos”
subiendo y bajando la dichosa cadenita a pelo. ¿Me encontraría con lo mismo de
nuevo? ¡Horror! ¡Nooooo!
Por otra
parte el motor perdía aceite y las noticias recibidas de Joseba me decían que
se había producido “un arreglo en falso”. De nuevo desde mi ingenuidad (a pesar
de mis años a veces lo soy), trataba de desentrañar el significado de ese
término que nunca antes, a pesar del largo ejercicio de mi profesión
ingenieril, había oído… ¿Qué narices querría decir eso? ¿Qué misterio habrá
detrás de esas palabras? Ya todos sabemos que a veces las frases lapidarias del
capitán nos dejan un tanto anonadados, pero en este caso, ¡leches!, la cosa era
seria porque tampoco es que me apeteciese el quedarme tirado en mitad del
océano (bueno, no es océano, pero me queda más dramático y así lo dejo) sin
motor y sin una brizna de viento. ¡Que horror! ¡Qué perspectiva! ¿Me subo al
avión?
Me subí y
llegué pero a Atenas en vez de al lugar previsto inicialmente ¡Vale, billete de
avión a Skyathos que regalo!
Lo que me
encontré despejó parcialmente mis dudas. Allí estaba el capi en compañía de
Ignacio y Natxo y el informe que recibí me tranquilizó en gran medida. El tema
del molinete estaba a punto de solucionarse con dos personas que no parecían
griegos, por la eficacia que demostraron, trabajando a destajo y con la promesa
de dejarlo acabado esa misma noche, como así fue. ¡Problema menos!
Lo del motor
estaba ya hecho pero el capi tenía serias dudas que solo se despejarían una vez
puestos en ruta
Luego fueron 26
h de carrera para llegar a tiempo de coger la nueva tripulación en Skyathos y
esas ya las “disfruté” yo también, lo que para empezar mi singladura de este
año no estaba nada mal, pero bueno, se pasó, con sus lluvias, fríos y olas
nocturnas, pero se pasó y llegamos a Skyathos a tiempo. Lo mejor de esta
travesía fue el comprobar que el motor ya no perdía aceite, lo que se comprobó
en varias ocasiones con la consiguiente alegría general. O sea que el arreglo había
sido “en verdadero” en contra de los temores del capi.
Lo que siguió
a continuación ya será objeto del siguiente capítulo en donde se desentrañará
otro de mis interrogantes de este viaje: ¿Qué pasa en un barco en donde,
durante 15 días, tienen que convivir tripulantes masculinos solos por primera
vez en la ya larga historia del Alysio? No os lo perdáis
Aquí quiero aprovechar
para agradecer a los Ignacio y Natxo que llegaron al barco un día, se
encontraron “la tostada”, hicieron un saltito a Atenas y allí se quedaron 6
días ayudando al capi a pelear con los genios de la mecánica griega, para poder
solucionar los problemas. A continuación se pegaron la paliza de 26 horas, con
guardia nocturna incluida, de recorrido hasta Skyathos, en donde recogeríamos
nuevos tripulantes, allí cogieron su avión de vuelta a Atenas y… ¡fin de las
vacaciones!. Bravo por ellos. Todos los que estaremos a continuación en el
Alysio este verano tendríamos que darles efusivamente las gracias por “su
sacrificio” porque, la verdad, es que lo que han hecho no tiene precio.
Angel
Aquí tenéis el estado del apoyo del molinete en origen de la reparación y su estado final
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