lunes, 24 de junio de 2013



Mármara (Robinson Crusoe)
Con la llegada del ferry de las 8 de la mañana, la vida en el Alysio vuelve a resurgir. Después de un plácido desayuno, el Supremo sigue alentándonos para que aprendamos las lógicas de la navegación  y salgamos a vela de nuestro fondeo. Si bien somos conscientes que el aprovechamiento de las leyes de la física en este arte debe ser pleno y parecen evidentes las formas en que hay que aplicarlas para nuestro beneficio, el notable aturullamiento y descoordinación de la forma de proceder de la tripulación termina por exigir la intervención del capitán para poder abandonar la zona. Sin duda nos siguen faltando tablas y en especial tener clara la terminología náutica. Aún a pesar de ello, nos hicimos a la mar y con sucesivos bordos, nos dirigimos hacia nuestro próximo destino distante unas catorce millas. La isla de Mármara y su capital  del mismo nombre.


El viento sopló a nuestro favor y alcanzando velocidades de siete nudos y medio, nos vamos aproximando a nuestro destino.



 La isla de Mármara era reputada en la antigüedad por sus canteras de mármol (de donde se deriva el nombre del mar, de la isla y de la ciudad). Estas canteras suministraron gran parte del mármol utilizado en Constantinopla (Estambúl). Su mármol es blanco con suaves vetas azules y se exportaba a Europa Oriental, Próximo Oriente, Asia Menor, Grecia e Italia. Sin embargo esa aparente importancia industrial no cabe deducirse del tamaño y estado de la ciudad, que más bien está relativamente inundada de pequeños hoteles para dar satisfacción a una más que evidente visita de turismo nativo y que claramente se ponía de manifiesto  en que el único velero atracado en el puerto era nuestro querido Alysio. 




Es en este puerto pesquero donde nos encontramos a la reencarnación de Robinson Crusoe. Os dejo una foto del mentado por aquello que una imagen dice más que mil palabras bajo la condición de que si sois capaces de ver donde tiene los ojos debajo de la pelambrera que lo caracteriza, nos aviséis ya que todavía nos atenaza la duda de si realmente era capaz de ver algo o por el contrario tiene visión de rayos x o son los felices piojos que probablemente albergue los que le dirigen cuando camina.



 Durante el trayecto hacia la isla nos cruzamos con una motora cuya elevada velocidad  y atronador ruido que iba parejo a su rápido desplazamiento nos dejó boquiabiertos. Por un momento pensamos en la guardia costera que gracias a un soplo se dirigía rauda a detener a los malhechores, pero de eso nada de nada. Luego comprobaríamos que se trataba de una ambulancia. No tenemos la menor duda que llegaría a atender al enfermo que la necesitaba, lo que ya no teníamos tan claro es si el enfermo en cuestión habría sido capaz de resistir los embates de las olas y los impactos de los saltos que daba en su traslado. Tuvimos la oportunidad de ver la ambulancia atracada en el pequeño puerto de Mármara y era todo un ejemplo de la aplicación práctica de la tecnología de los fórmula uno y aeroespacial todo al unísono. En su interior se apreciaban asientos envolventes con arneses de cuatro puntos, que en nada envidaban a los de un caza F-18. El tablero de mandos iba parejo.


Aprovechamos nuestra bajada a tierra, para hacer las ineludibles compras de avituallamiento y de paso cenamos pescado en una de las agradables terrazas aledañas a la orilla del mar regado con la cerveza EFES del lugar.


Ya habréis podido deducir al ver la foto del Alysio atracado y donde al fondo se aprecia una majestuosa mezquita, que sí, que también esta noche nos hemos despertado con los madrugadores alaridos del muecín de turno.  Dado el largo viaje que nos espera, sobre las seis de la mañana, ponemos rumbo a las Islas Principe, que se encuentran a la entrada de Estambul y a unas 75 millas de nuestra posición actual


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Alysio 2014