Mármara
(Robinson Crusoe)
Con la llegada del ferry de las 8 de la mañana, la
vida en el Alysio vuelve a resurgir. Después de un plácido desayuno, el Supremo
sigue alentándonos para que aprendamos las lógicas de la navegación y salgamos a vela de nuestro fondeo. Si bien
somos conscientes que el aprovechamiento de las leyes de la física en este arte
debe ser pleno y parecen evidentes las formas en que hay que aplicarlas para
nuestro beneficio, el notable aturullamiento y descoordinación de la forma de
proceder de la tripulación termina por exigir la intervención del capitán para
poder abandonar la zona. Sin duda nos siguen faltando tablas y en especial
tener clara la terminología náutica. Aún a pesar de ello, nos hicimos a la mar
y con sucesivos bordos, nos dirigimos hacia nuestro próximo destino distante unas
catorce millas. La isla de Mármara y su capital
del mismo nombre.
El viento sopló a nuestro favor y alcanzando
velocidades de siete nudos y medio, nos vamos aproximando a nuestro destino.
La
isla de Mármara era reputada en la antigüedad por sus canteras de mármol (de
donde se deriva el nombre del mar, de la isla y de la ciudad). Estas canteras
suministraron gran parte del mármol utilizado en Constantinopla (Estambúl). Su
mármol es blanco con suaves vetas azules y se exportaba a Europa Oriental,
Próximo Oriente, Asia Menor, Grecia e Italia. Sin embargo esa aparente importancia
industrial no cabe deducirse del tamaño y estado de la ciudad, que más bien
está relativamente inundada de pequeños hoteles para dar satisfacción a una más que evidente
visita de turismo nativo y que claramente se ponía de manifiesto en que el único
velero atracado en el puerto era nuestro querido Alysio.
Es en este puerto pesquero donde nos encontramos a
la reencarnación de Robinson Crusoe. Os dejo una foto del mentado por aquello
que una imagen dice más que mil palabras bajo la condición de que si sois
capaces de ver donde tiene los ojos debajo de la pelambrera que lo caracteriza, nos aviséis ya que todavía nos atenaza la duda de si realmente era capaz de
ver algo o por el contrario tiene visión de rayos x o son los felices piojos
que probablemente albergue los que le dirigen cuando camina.
Durante
el trayecto hacia la isla nos cruzamos con una motora cuya elevada velocidad y atronador ruido que iba parejo a su rápido desplazamiento
nos dejó boquiabiertos. Por un momento pensamos en la guardia costera que gracias
a un soplo se dirigía rauda a detener a los malhechores, pero de eso nada de
nada. Luego comprobaríamos que se trataba de una ambulancia. No tenemos la
menor duda que llegaría a atender al enfermo que la necesitaba, lo que ya no
teníamos tan claro es si el enfermo en cuestión habría sido capaz de resistir
los embates de las olas y los impactos de los saltos que daba en su traslado.
Tuvimos la oportunidad de ver la ambulancia atracada en el pequeño puerto de
Mármara y era todo un ejemplo de la aplicación práctica de la tecnología de los
fórmula uno y aeroespacial todo al unísono. En su interior se apreciaban
asientos envolventes con arneses de cuatro puntos, que en nada envidaban a los
de un caza F-18. El tablero de mandos iba parejo.
Aprovechamos nuestra bajada a tierra, para hacer las
ineludibles compras de avituallamiento y de paso cenamos pescado en una de las
agradables terrazas aledañas a la orilla del mar regado con la cerveza EFES del
lugar.
Ya habréis podido deducir al ver la foto del
Alysio atracado y donde al fondo se aprecia una majestuosa mezquita, que sí, que también esta
noche nos hemos despertado con los madrugadores alaridos del muecín de turno. Dado el largo viaje que nos espera, sobre las seis de la mañana, ponemos rumbo a
las Islas Principe, que se encuentran a la entrada de Estambul y a unas 75
millas de nuestra posición actual
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