miércoles, 14 de septiembre de 2011

El Efecto de las Olas





13 Septiembre 2011

Ayer pude comprobar en mí mismo – como cuerpo material - el efecto físico de las olas. También pude ver que el refrán: “En trece y martes ni te cases ni te embarques”, tiene su sentido.

Ayer comenzamos el 13 Martes navegando de madrugada (embarcados). Véase como fue.

Después de noche del día 11 (nuevas excursiones por la costa) en cena muy agradable con Raimon y Noe (sepia y, cómo no, Ajoblanco), al día siguiente, después de repostar en Pilos, nos dirigimos a las islas Stamfáni (a 30 millas de la costa). La idea era llegar en 7 horas de navegación y encontrar allí cobijo en agradable fondeo.

En ese momento, y durante todo el trayecto, el viento, y las olas, nos golpearon en perfecta dirección de la proa (o sea de frente en nuestros cuerpos), provocando el consabido “vaiven” del barco durante ese tiempo (en sentido longitudinal - importante por lo que luego describiré -) y la consecuente reducción en la velocidad del barco.

En lugar de 7 horas fueron 9 y llegamos a las 21.30, con luna llena, al supuesto fondeo (todos con ganas locas de reposo de tamaño movimiento)

El lugar, en cuanto a meneos y algarabía, recordaba el movimiento, visto desde la altura, de patio de colegio de infantil en hora de recreo, por lo que se decidió que allí no habría quién durmiese, y por lo que nos dirigimos de nuevo a la costa hacia Katakolon. Eso significaba otras 5 horas de meneos, pero ahora con viento y olas “en traversa” (de babor a estribor)

Así fue que nos metimos en el martes 13 navegando en medio de la nada, en compañía de la luna y con “vaiven” ahora lateral. Como os imaginareis, con tamaño meneo, lo único que probamos en todo el día fueron trozos de queso y alguna vianda más que, entre gran alboroto en la cocina de platos y cacharros, nos preparó Begoña (la única con el cuerpo en condiciones en aquel momento).

Este movimiento de 12 horas, primero a la isla, y luego de nuevo a la costa, algo más al norte del punto de partida, también en la costa (30 millas), es lo que se denomina (o al menos yo lo llamo así) un “Gran bordo” de 30 millas y hace discutible lo de que la distancia más corta entre dos punto es la línea recta, porque nosotros hicimos ese trayecto en más de 60.

Finalmente arribamos a Katakólo a las 2.30 a.m, momento en que el que escribe, malamente pudo ayudar a Joseba en el fondeo (los colorcitos de la cadena, aún con linterna, eran difícilmente visibles)

Hoy, hemos aprovechado el descanso en Katakolon puerto para visitar Olimpia (el capi de nuevo con nosotros)

Hay una gran conclusión física para los cuerpos (o al menos del mío) del experimento anterior y que debería incluirse en algún tratado de física de los homínidos, y esta es la siguiente::

  • La suma del primer trayecto con “meneo” longitudinal y del segundo trayecto en transversal (de babor a estribor en el barco – pero, sin embargo, izquierda y derecha en nosotros como personas -) ha provocado en nuestros cuerpos el que la combinación de ambos vaivenes, durante 7 y 5 horas respectivamente, hayan ejercido una fuerza centrífuga sobre lo interno de nuestros cuerpos hacia el exterior en ambos ejes, es decir hacia nuestra periferia (dado que el barco no se desplazaba verticalmente y por tanto nuestro propio eje Z no sufrió lo mismo).
  • Como consecuencia de ambas fuerzas centrífugas durante ese tiempo, en el exterior de nuestro cuerpo (la piel) se han acumulado multitud de partes de nuestro interior (células, glándulas y otras asquerosidades), provocando un vacío en el mismo (unido a la falta de alimentos durante esas 12 horas)
  • Esto ha provocado que en el día de hoy los cuatro tuviéramos un hambre atroz y que, para rellenar el vacío – después de la excursión a Olimpia (también sin comer), nos hayamos zampado esta noche (cuando nos lo han permitido unos españoles que nos han visitado amablemente) unos espaguetis, con mucha sal, que han sido delicia de los cuatro de a bordo.

Moralejas: 1)En trece y martes ni te cases ni, sobre todo, te embarques 2) Vigila que los bordos no tengan más de, digamos, 10 millas – o algo así –

(No os asustéis, aunque lo veáis en la foto y a pesar de nuestra situación física en ese momento, no tomamos posada en el Hotel Letrina. Está solo como curiosidad)

Ángel

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