lunes, 11 de agosto de 2014

LUNES 14 DE JULIO. EN LA PATRIA DE ULISES

Es a la mañana siguiente del lunes cuando nos enteramos de que “alguien” había prohibido el fondeo en aquella cala, algo de lo que sólo se había dado cuenta nuestro capitán al llegar, demostrando una vez más que no se le pasaba una, puesto que él sí que había visto una pintada casera en las rocas con pintura blanca que fijaba la prohibición. 


Sarakiniko

Así después del baño y mientras estábamos desayunando apareció una pareja de habla inglesa que se acercaba hasta la playa desde su casita en lo alto de la colina y que nos increpó por estar allí fondeados, ¡cómo osábamos estar en su cala! Desde luego que es increíble cómo la gente se apropia de lo que es de todos, como si molestáramos de alguna manera, lo extraño es que no se liaran a puñetazos con los habitantes de las pequeñas tiendas de campaña improvisadas y carentes de todo lujo que ya estaban allí cuando llegamos la noche anterior. Por supuesto nosotros les ignoramos, terminamos de desayunar tranquilamente para coger fuerzas para el resto de la mañana y cuando consideramos oportuno nos fuimos, pero dejando en tierra a Santxo y Amaia que iban a ir caminando hasta nuestro próximo destino muy cercano ya, mientras los demás continuamos el viaje navegando, eso sí, la desagradable pareja no nos quitó el ojo de encima durante todo el tiempo que estuvieron en la playa hasta que nos perdieron de vista, tanto a nosotros como a nuestros compañeros que habían desembarcado, ni que fuéramos a robar la arena de la playa…

Continuamos nuestro camino, esta vez íbamos a pisar territorio poblado, Vathi, la capital de Ítaca (http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%8Dtaca) la patria del Ulises de Homero.

LLegando a Vathi


Y cómo no otra isla increíble. En este caso carecía del encanto de lo deshabitado que hasta el momento nos había dejado con la boca abierta, y parecía tener bastante tirón turístico por la cantidad de negocios de hostelería que pudimos ver. Algunos aprovechamos para hacer un pequeño recorrido que nos permitiera hacer alguna compra de recuerdos y regalos y Amaia y Santxo para rellenar la despensa con alguna de las apetitosas frutas que se vendían en los comercios y que ya empezaban a escasear en el barco, eso sí, a contrarreloj para no provocar la ira del jefe, no sea que se nos fuera a mosquear,; pero hay que decir que aunque tardamos un poco más de lo previsto, cuando volvimos estaba muy relajado con Bego tomándose una cervecita en una terraza. Nos gustó mucho, una población no muy grande pero con mucho encanto, incluso le echamos el ojo a un pequeño hotelito tipo casa rural con muy buena pinta y de nombre “Familia”, nunca se sabe si algún día podremos pasar unas vacaciones en la capital de Ítaca.




El Alysio atracado en el puerto de Vathi 



Y ya sin perder mucho más tiempo, volvemos a poner al Alysio en marcha, ahora había que buscar un lugar para comer, y aunque parezca mentira, todavía fue posible encontrar un sitio más paradisíaco que los que habíamos visitado hasta el momento, aguas verdes cristalinas, acantilados con rocas blancas, arena fina… es que incluso había una especie de chiringuito-casa que parecía una cabaña hawaiana, esta vez estábamos fondeados pasando el cabo Skhoinos que cierra la bahía de Vathi. Ahora sí que sería un pecado no bañarse, si es que hasta Joseba se animó a nadar hasta la playa, se puso las aletas y ¡al agua patos!, así que podemos dar fe de que sabe nadar, no nos quedó ninguna duda. Después de agua, agua y más agua por la que pasamos todos hasta quedarnos la piel arrugada tocaba comer, y si normalmente zampábamos con bastante hambre, ese día se nos había hecho un poco tarde y después de tanta actividad ya se nos hacía la boca agua con sólo ver lo que nos habían preparado nuestros diestros cocineros. Y por supuesto, si hasta ahora todo lo veíamos como un lujo, este día todavía más con la jornada tan completa que estábamos viviendo.



Un lugar para perderse...



...y para no olvidar


























Después de la comida y un descanso, de nuevo a navegar, que para eso estábamos en el Alysio, y qué gustazo cuando soplaba el viento y podíamos ir a vela. Susana y yo echábamos una mano dentro de nuestras posibilidades, pero desde luego que se notaba la experiencia de nuestros compañeros de viaje, que aún después de tantas veces como habrán hecho las mismas maniobras se les veía seguir disfrutando con cualquier cosa que tuvieran que hacer, siempre por supuesto bajo la dirección de Joseba que para algo es el capitán.



Navegando 


Ésa noche dormimos en la isla de Kálamos, en Puerto Leone, por supuesto para no variar un sitio para perder el sentido. Además este día toco ducha y lavado de pelo; la verdad que íbamos concienciadas para el racionamiento del agua después de algunas referencias que habíamos leído en el blog acerca de este tema, pero según nos contaron nuestros compañeros de viaje ya no estaba el capitán tan exigente y después de insistentes reivindicaciones de la tripulación habían logrado una mini ducha al final de cada día que la verdad se agradecía, ya no tanto porque estuviéramos sucios, nada más lejos de la realidad teniendo en cuenta la cantidad de veces que nos metíamos en el agua del mar, pero sí para quitar los pegotes de crema solar que echábamos a lo largo del día. Eso sí, como por lo que fuera no aprovecharas la concesión, se te pasaba el turno y no se podía acumular doble ducha para el día siguiente. De todas formas como éramos conscientes de que había que procurar no desperdiciar el agua dulce no abusamos de las ventajas permitidas por el capitán, que a fin de cuentas cuando al final del día decíamos con voz casi inaudible “vamos a la ducha” , le veíamos cómo torcía un poco el gesto, y con mirada seria pero muy suavemente nos decía, ¡gastar poca y con cuidado! Así que si en algo apreciábamos nuestras melenas largas mejor seguir sus indicaciones no fuera que en algún momento durante la noche alguien atentara contra nuestro pelo, porque yo creo que aunque no nos dijo nada por prudencia, cuando unos días antes nos había visto llegar hubiera pagado por cortarnos unos cuantos centímetros, de hecho a lo largo del viaje nos insistió de una manera muy sibilina pero poco convincente, puesto que no lo logró, en que posiblemente estaríamos muy guapas y sobre todo cómodas si lo cortábamos. Aunque hay que reconocer que a pesar de que no nos llegó a convencer, sí que hubiera sido realmente cómodo tener el pelo corto para no llegar al final del día con las greñas que acabábamos teniendo por el viento y el mar.


Puerto Leone, Kálamos



 Aunque no tan despejada ni tan clara como en días anteriores, tuvimos otra noche estrellada impresionante para disfrutar de la cena, y ya con ganas de que llegara un nuevo día tan completo como el que habíamos tenido.


Noche en Puerto Leone 























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Alysio 2014