Es a la mañana siguiente del lunes cuando nos
enteramos de que “alguien” había prohibido el fondeo en aquella cala, algo de lo que sólo se había dado cuenta nuestro capitán
al llegar, demostrando una vez más que no se le pasaba una, puesto que él sí que
había visto una pintada casera en las rocas con pintura blanca que fijaba la
prohibición.
Sarakiniko |
Así después
del baño y mientras estábamos desayunando apareció una pareja de habla inglesa
que se acercaba hasta la playa desde su casita en lo alto de la colina y que
nos increpó por estar allí fondeados, ¡cómo osábamos estar en su cala! Desde
luego que es increíble cómo la gente se apropia de lo que es de todos, como
si molestáramos de alguna manera, lo extraño es que no se liaran a puñetazos
con los habitantes de las pequeñas tiendas de campaña improvisadas y carentes
de todo lujo que ya estaban allí cuando llegamos la noche anterior. Por
supuesto nosotros les ignoramos, terminamos de desayunar tranquilamente para
coger fuerzas para el resto de la mañana y cuando consideramos oportuno nos
fuimos, pero dejando en tierra a Santxo y Amaia que iban a ir caminando hasta
nuestro próximo destino muy cercano ya, mientras los demás continuamos el viaje
navegando, eso sí, la desagradable pareja no nos quitó el ojo de encima durante
todo el tiempo que estuvieron en la playa hasta que nos perdieron de vista,
tanto a nosotros como a nuestros compañeros que habían desembarcado, ni que
fuéramos a robar la arena de la playa…
Continuamos
nuestro camino, esta vez íbamos a pisar territorio poblado, Vathi, la capital
de Ítaca (http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%8Dtaca)
la patria del Ulises de Homero.
LLegando a Vathi |
Y cómo no otra
isla increíble. En este caso carecía del encanto de lo deshabitado que hasta el
momento nos había dejado con la boca abierta, y parecía tener bastante tirón turístico
por la cantidad de negocios de hostelería que pudimos ver. Algunos aprovechamos
para hacer un pequeño recorrido que nos permitiera hacer alguna compra de
recuerdos y regalos y Amaia y Santxo para rellenar la despensa con alguna de
las apetitosas frutas que se vendían en los comercios y que ya empezaban a escasear
en el barco, eso sí, a contrarreloj para no provocar la ira del jefe, no sea
que se nos fuera a mosquear,; pero hay que decir que aunque tardamos un poco más de
lo previsto, cuando volvimos estaba muy relajado con Bego tomándose una
cervecita en una terraza. Nos gustó mucho, una población no muy grande pero con mucho encanto, incluso le
echamos el ojo a un pequeño hotelito tipo casa rural con muy buena pinta y de
nombre “Familia”, nunca se sabe si algún día podremos pasar unas
vacaciones en la capital de Ítaca.
El Alysio atracado en el puerto de Vathi |
Y ya sin
perder mucho más tiempo, volvemos a poner al Alysio en marcha, ahora había que
buscar un lugar para comer, y aunque parezca mentira, todavía fue posible
encontrar un sitio más paradisíaco que los que habíamos visitado hasta el momento,
aguas verdes cristalinas, acantilados con rocas blancas, arena fina… es que
incluso había una especie de chiringuito-casa que parecía una cabaña hawaiana,
esta vez estábamos fondeados pasando el cabo Skhoinos que cierra la bahía de Vathi. Ahora sí que sería un pecado no bañarse, si es que
hasta Joseba se animó a nadar hasta la playa, se puso las aletas y ¡al agua
patos!, así que podemos dar fe de que sabe nadar, no nos quedó ninguna duda.
Después de agua, agua y más agua por la que pasamos todos hasta quedarnos la
piel arrugada tocaba comer, y si normalmente zampábamos con bastante
hambre, ese día se nos había hecho un poco tarde y después de tanta actividad
ya se nos hacía la boca agua con sólo ver lo que nos habían preparado nuestros diestros
cocineros. Y por supuesto, si hasta ahora todo lo veíamos como un lujo, este día
todavía más con la jornada tan completa que estábamos viviendo.
Un lugar para perderse... |
...y para no olvidar |
Después de la comida y un descanso, de nuevo a navegar, que para
eso estábamos en el Alysio, y qué gustazo cuando soplaba el viento y podíamos ir
a vela. Susana y yo echábamos una mano dentro de nuestras posibilidades, pero
desde luego que se notaba la experiencia de nuestros compañeros de viaje, que
aún después de tantas veces como habrán hecho las mismas maniobras se les veía
seguir disfrutando con cualquier cosa que tuvieran que hacer, siempre por
supuesto bajo la dirección de Joseba que para algo es el capitán.
Navegando |
Ésa noche
dormimos en la isla de Kálamos, en Puerto Leone, por supuesto para no variar un
sitio para perder el sentido. Además este día toco ducha y lavado de pelo; la verdad que
íbamos concienciadas para el racionamiento del agua después de algunas
referencias que habíamos leído en el blog acerca de este tema, pero según nos
contaron nuestros compañeros de viaje ya no estaba el capitán tan exigente y
después de insistentes reivindicaciones de la tripulación habían logrado una mini ducha al final
de cada día que la verdad se agradecía, ya no tanto porque estuviéramos
sucios, nada más lejos de la realidad teniendo en cuenta la cantidad de veces
que nos metíamos en el agua del mar, pero sí para quitar los pegotes de crema solar que echábamos a lo largo del día. Eso sí, como por lo que fuera no aprovecharas la concesión, se te pasaba el turno y no se podía
acumular doble ducha para el día siguiente. De todas formas como éramos conscientes de que
había que procurar no desperdiciar el agua dulce no abusamos de las
ventajas permitidas por el capitán, que a fin de cuentas cuando al final del día decíamos
con voz casi inaudible “vamos a la ducha” , le veíamos cómo torcía un poco el
gesto, y con mirada seria pero muy suavemente nos decía, ¡gastar poca y con
cuidado! Así que si en algo apreciábamos nuestras melenas largas mejor
seguir sus indicaciones no fuera que en algún momento durante la noche alguien atentara contra nuestro pelo, porque yo creo que aunque no nos dijo nada por prudencia, cuando unos días antes nos había visto llegar hubiera pagado por cortarnos unos cuantos centímetros, de hecho a lo largo del viaje nos insistió de una manera muy sibilina pero poco convincente, puesto que no lo logró, en que posiblemente estaríamos muy guapas y sobre todo cómodas si lo cortábamos. Aunque hay que reconocer que a pesar de que no nos llegó a convencer, sí que hubiera sido realmente cómodo tener el pelo corto para no llegar al final del día con las greñas que acabábamos teniendo por el viento y el mar.
Puerto Leone, Kálamos |
Aunque no tan despejada ni tan clara como en días anteriores, tuvimos otra noche estrellada impresionante para disfrutar de la cena, y ya con ganas de que llegara un nuevo día tan completo como el que habíamos tenido.
Noche en Puerto Leone |
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