MIÉRCOLES 16 DE JULIO. REPITIENDO PARAÍSOS

Una vez que llegó la mañana ya pudimos ver que el agua no era tan clara y cristalina como la de días anteriores, de ahí lo de “Cala Verde”, pero aún así no perdimos la oportunidad de bañarnos quienes teníamos la costumbre de hacerlo al levantarnos, por no decir ya vicio porque ni podíamos ni queríamos evitarlo por mucho que no nos atrajeran tanto estas aguas algo más oscuras. Incluso el paisaje era más desangelado que todos por los que habíamos pasado, y nuevamente los únicos habitantes de aquellos terrenos eran las cabras.

Pero al ir a poner rumbo nuevamente a algún otro destino, nos dimos cuenta de que había algún problemilla con el motor por el chillido que se oía al ponerlo en marcha, así que fue necesario echarle un vistazo descubriendo entonces que iba a ser necesario cambiar la correa del alternador; así que sobre la marcha y como solución provisional, nuestro capitán-mecánico de emergencia apretó algún tornillo que parecía estar flojo, y con ésto podríamos salir del paso de momento para poder continuar navegando. Por supuesto estaba claro que no iba a ser suficiente teniendo en cuenta que además por algún lado estaba entrando agua.

Después de aprovechar la reparación  para recibir al mismo tiempo una clase de motores, cuando al final pudimos ponernos en marcha fuimos destino Átokos, repetimos destino sí, pero es que merecía la pena parar nuevamente allí para disfrutar la hora de la comida. Aunque en esta ocasión había algo más de aglomeración y también bastante más movimiento porque a no ser que estuvieran buscando un tesoro, los tripulantes de una de las embarcaciones también allí fondeadas, estaban buscando muy interesados en el fondo del mar algo que no llegamos a saber qué era.

Imposible...

... no querer volver

Ésta vez lo que no nos apeteció fue bañarnos porque había bastante viento así que después de comer y relajarnos y sin prisa alguna, nos pusimos nuevamente en marcha. Esta vez el capitán aprovechó la tarde para someternos a Susana y a mí a un pequeño examen de los conocimientos que hasta el momento nos había ido explicando sobre navegación… conclusión: había que mejorar... Pero por supuesto de lo que no quedó ninguna duda fue de que nos integramos plenamente en la vida de a bordo, incluso quedó testimonio gráfico gracias a Álvaro, en una demostración de su vocación frustrada como director de cine, de cómo nos íbamos familiarizando con los winches (que según Santxo son excelentes para las abdominales). La verdad que no sé si nos manejaríamos con mucha profesionalidad pero nuestra vena artística salió a relucir y por no hablar de lo que nos reímos que fue lo mejor.

Escorados navegando a vela y con uno de los winches que nos hizo sudar

Llegamos a Agios Nicolaos para pasar la noche, aunque en esta ocasión era otra cara de la isla distinta de la que habíamos conocido en la primera visita. 

Nuestro logro del día fue que por primera vez no habíamos tomado Biodramina fiándonos del consejo de los más experimentados en el tema mareo. Susana como una campeona no tuvo problema ninguno; en mi caso en principio todo iba bien hasta que una vez fondeados bajé a ducharme y en el momento más inoportuno para mí, el barco se movió más de la cuenta con lo que creo que se me subieron a la garganta todos los desayunos, comidas y cenas de la semana. Y dado que subir a cubierta y que me diera el aire fresco del atardecer no fue suficiente para volver todo a su sitio, por recomendación de Amaia me tiré al agua, no es que me apeteciera mucho pero tengo que reconocer que tuvo eficacia inmediata, aunque con el frío que luego pasé me libré de milagro de coger un resfriado. Si es que ya lo decía  Joseba: “¡no hay que ducharse tanto!”.

Otra cara de San Nicolás igual o más bonita que la que ya conocíamos

Esta vez nuestros vecinos eran amigos, con un bonito velero llamado “Nan”, de hecho Begoña y Joseba habían quedado con ellos para que nos trajeran la correa del alternador que necesitaba el “Alysio”. Ellos también parecían tener algún que otro problemilla de motor así que de momento y hasta el día siguiente sólamente intercambiamos un simple saludo desde la distancia.

Como siempre una estupenda cena y en seguida para la cama, en un sitio tan precioso el día siguiente prometía sabiendo que íbamos a pasar allí toda la mañana mientras se hacían las reparaciones pendientes, así que mejor estar descansadas para aprovechar y disfrutar todo lo que pudiéramos.