domingo, 10 de agosto de 2014

COMIENZO DE LA AVENTURA: DEL 11 AL 20 DE JULIO DE 2014



Cuando comencé el viaje sabía que existía este blog, de hecho le había echado un vistazo para situarme al menos un poco en lo que me iba a encontrar en estas vacaciones, aunque tampoco quise leer todo en detalle porque prefería ir con mínimas referencias, lo que no me había planteado en ningún momento era la posibilidad de llegar a escribir en él… ¡qué pereza! No pensé que pudiese apetecerme sacar un bolígrafo y un papel y mucho menos ponerme a escribir en un ordenador, vacaciones son vacaciones y cuanto más lejos de todas esas cosas que me toca utilizar cada día mejor.
Sin embargo, cuando llegó el quinto día en el Alysio me di cuenta de que en algún momento me gustaría poder saber con detalle cómo había sido el viaje con días que igual podían parecer eternos, pero que al final de la jornada eran demasiado cortos por muy temprano que te levantaras, puesto que querías aprovechar cada momento para no perderte nada de todo lo que estabas viviendo.

El caso es que tuve que ponerme a recordar cómo había sido cada día, dónde habíamos estado y qué habíamos hecho, porque aunque parezca mentira que no te puedas acordar de los cuatro días anteriores de tu vida en este caso así fue, tanto por los nombres de los lugares que eran totalmente desconocidos para mí, como por el hecho de que enlazaras un día con otro debido a la tranquilidad que allí se vive.

Nuestro viaje desde Asturias comenzó el jueves 10 de julio cogiendo el avión hacia Barcelona, y luego destino Atenas. Es increíble cómo cuando te vas a algún sitio de vacaciones en ningún momento se te hace pesado el viaje y no te importa lo que dure ni lo pesado que pueda llegar a ser. Llegamos a las tres de la mañana al aeropuerto de la capital griega y ya con ganas de acercarnos a nuestro destino, el Alysio, así que preferimos coger el autobús que nos llevaría hasta el centro nada más llegar y esperar en la estación de autobuses. Tengo que reconocer que por suerte me puedo dormir en cualquier sitio con lo que la hora que duró el trayecto no me enteré de mucho, pero mi compañera de viaje y amiga, más despierta que yo me contó ya sus primeras impresiones del país, llamándole la atención sobre todo las luces de neón que adornaban las iglesias ortodoxas (y que como todos sabemos en España identificamos con otro tipo de destino totalmente opuesto) y que el conductor del autobús en algún momento pareció ir a dejar a algún colega fuera de ruta por los sitios tan insólitos por los que circuló; de todas formas siendo de noche tampoco era posible ver demasiado de lo que nos rodeaba.

Una vez que llegamos a la estación de autobuses de Atenas, localizamos la taquilla en donde tendríamos que comprar los billetes con destino Lefkada y en donde estaría el Alysio con su tripulación esperándonos. Buscamos unos bancos en donde descansar todo lo posible hasta que amaneciera y allí pudimos dormir un poco. Y la verdad que a pesar de los malos olores que había y que tampoco era una estación que precisamente tuviera muchos lujos, en ningún momento tuvimos ninguna sensación de inseguridad. En torno a las seis de la mañana la actividad que empezó a haber a nuestro alrededor nos despertó y después de un desayuno reparador con un estupendo zumo de naranja natural que por cierto no encuentras en cualquier sitio, compramos los billetes y para el autobús… ¡ya quedaba menos! Eso sí, no sé cómo puede haber una tasa de desempleo tan elevada en Grecia teniendo en cuenta que hay una taquilla para cada destino con una persona en cada una por supuesto y aparte del conductor de cada autobús hay otro empleado que se encarga de meter los equipajes… a eso se le llama repartir el trabajo, y en otros países cada vez más máquinas sustituyendo a los humanos.


La estación de autobuses de Atenas



A lo que vamos, ya de camino a nuestro destino, ¡qué poco faltaba ya…! Yo como otra vez me dormí (qué le voy a hacer, cuando el cuerpo me lo pide a ello, porque sino no soy persona) pues me entero de algo del trayecto gracias a Susana, ya que cuando despierto para cambiar de postura me va contando, y una de las cosas que más llamaban la atención eran la gran cantidad de pequeñitas capillas tamaño casa de muñecas que había en los arcenes a lo largo de toda la carretera como santuarios.

Camino a Lefkada


VIERNES 11 de Julio. En torno a las doce y media de la mañana llegamos al fin. Y allí nos está esperando Joseba, al que en seguida reconocimos por alguna media foto que habíamos visto en el blog, y hay que decir que la primera impresión fue buena lo cual se agradece teniendo en cuenta que ya no había vuelta atrás. Las presentaciones pertinentes y vamos en dirección al velero que sería nuestro hogar durante los próximos días y que estaba atracado a diez minutos en el puerto de Lefkada. Nos explica que están reponiendo agua, combustible, y por supuesto y muy importante llenando la despensa y también esperando por la colada que habían dejado en la lavandería, eso sí, ya nos deja claro por si acaso y para evitar posibles sorpresas que atracar en los puertos no es lo normal, aunque según fueron pasando los días también estábamos encantadas con estar lejos de la civilización.


El puerto de Lefkada, donde está atracado el Alysio



Nuestra primera impresión del Alysio y la tripulación… aprobado y con muy buena nota. Yo creo que todavía no me creía que estaba allí. Lo único que no me gustó mucho, aunque por lo visto era la única con problemas en este aspecto fue la pasarela de acceso al barco, sé que siempre fui un poco torpe así que no se si acabaré sin caerme al mar, no me haría mucha gracia aunque estoy segura de que nos reiríamos todos mucho, incluida yo misma. Y es que por mucho que me digan que tengo que poner el trasero hacia delante para subir a ella yo lo pongo para atrás, no hay manera, es que está demasiado lejos… así que voy a meter en el buzón de sugerencias ¡un cambio de pasarela!



El acogedor interior del Alysio. Todo muy bien aprovechado


La primera comida la hacemos en el barco, un delicioso pisto con huevos escalfados, el menú no se me ha olvidado gracias a nuestro capitán que desde el primer momento está atento a todo y hasta se fija en que aparto un poco del huevo que no está totalmente cuajado. Pero todo hay que decirlo, eso no quita para que me encantara lo que comí. Además ya pudimos empezar a descubrir las excelentes aptitudes tanto de Amaia como de Santxo como cocineros, que por cierto leyendo hacia atrás en el blog ya han sido alabadas por anteriores tripulantes, pero es que lo raro sería lo contrario. ¡Y pensar que estaba preocupada por si en algún momento me tocaba a mí hacer alguna comida! Preocupación ya no tanto por mí que soy fácil de conformar en tema comida sino porque el resto de compañeros de viaje iban a pasar un poco de hambre. Así que no sólo respiré porque me había liberado de una tarea para la que estoy infinitamente menos capacitada que los que ya la estaban haciendo, sino que además ellos estaban encantados y hasta admitían sugerencias.

Así va pasando el primer día como una primera toma de contacto y conocemos nuestro camarote, que por cierto fuimos unas privilegiadas según nos dimos cuenta después porque nos toca uno de los de popa que son más amplios. Además también vamos sabiendo donde está cada cosa y aunque en principio parecía que estaba todo muy claro porque a primera vista no había demasiados huecos, fue increíble cómo a lo largo del viaje cada día aparecía un lugar nuevo lleno de bebida, comida, herramientas… También nos dimos una vuelta por el puerto, e incluso empezamos a colaborar yendo a la lavandería a buscar la colada, que aunque pueda parecer una tontería a quien esté leyendo esto, a nosotras hasta nos hacía ilusión, estábamos igual que niñas con zapatos nuevos como se suele decir. De paso aprovechamos para localizar las duchas, ya íbamos con la lección aprendida de que el agua en el barco era un bien enormemente preciado así que antes de que nos racionaran el disfrute de una buena ducha, sobre todo después de un viaje bastante acaloradas, aprovechamos a refrescarnos un poco, ¡y cómo lo agradecimos!


 A la hora de la cena aprovechando que estamos en puerto salimos a cenar a una taberna, nosotras todavía no lo sabíamos pero hacer ésto era lo excepcional con lo que había que ponerse nuestras “mejores galas”. Cenamos muy bien y descubrimos una de las primeras diferencias a la hora de atender a los clientes entre España y Grecia porque los griegos te atienden muy rápido, y te sirven todavía más rápido y luego pasan totalmente de ti, es como decir… “come y hasta la hora de pagar no molestes más que yo ya cumplí”. Pero por supuesto ninguna queja, el dueño magnífico anfitrión paseando por las mesas y preguntando a todos los clientes si estaban contentos. Otra diferencia,  que para ellos el postre es algo secundario, de hecho prácticamente prescinden de él, aunque la verdad después de las delicias que probamos tampoco nos quedaban muchas ganas de postre; a mí como es algo que me encanta tengo que decir que los quesos exquisitos, y eso que yo soy de una tierra en la que precisamente no hay escasez de quesos y podemos presumir de la gran variedad que hay. Y como muestra de lo que les gusta cocinar tanto Amaia como Santxo tomaron nota de algún que otro plato para probar a hacerlo ellos, es que no se les escapaba ni una oportunidad.

Después de la cena algunos volvieron en seguida al barco y nosotras dimos un paseo por el pueblo con Joseba y Álvaro que nos acompañaron, ellos ya más acostumbrados a todo aquello, pero para nosotras todo era novedad y no queríamos perdernos la oportunidad de ver un poco la vida nocturna del lugar. Mucho turista, todos los comercios abiertos e incluso las iglesias, que nos impresionaron por los retablos, como dijo Susana muy acertadamente, eran tan llamativos y recargados como la vestimenta de los propios sacerdotes ortodoxos.


El interior de una de las iglesias ortodoxas que visitamos. Aquí nos permitieron hacer fotos.


En seguida volvemos para el barco con ganas de acostarnos, ya el cuerpo nos pedía descanso y nada más probar la cama hay que decir que realmente cómoda, cosa que pudimos confirmar a lo largo de las nueve noches que dormimos en ella, no fue un espejismo producto del cansancio del primer día.

Alysio 2014