Cuando comencé
el viaje sabía que existía este blog, de hecho le había echado un vistazo para
situarme al menos un poco en lo que me iba a encontrar en estas vacaciones,
aunque tampoco quise leer todo en detalle porque prefería ir con mínimas
referencias, lo que no me había planteado en ningún momento era la posibilidad
de llegar a escribir en él… ¡qué pereza! No pensé que pudiese apetecerme sacar
un bolígrafo y un papel y mucho menos ponerme a escribir en un ordenador,
vacaciones son vacaciones y cuanto más lejos de todas esas cosas que me toca
utilizar cada día mejor.
Sin embargo,
cuando llegó el quinto día en el Alysio me di cuenta de que en algún momento me
gustaría poder saber con detalle cómo había sido el viaje con días que igual
podían parecer eternos, pero que al final de la jornada eran demasiado cortos
por muy temprano que te levantaras, puesto que querías aprovechar cada momento
para no perderte nada de todo lo que estabas viviendo.
El caso es que
tuve que ponerme a recordar cómo había sido cada día, dónde habíamos estado y
qué habíamos hecho, porque aunque parezca mentira que no te puedas acordar de
los cuatro días anteriores de tu vida en este caso así fue, tanto por los
nombres de los lugares que eran totalmente desconocidos para mí, como por el
hecho de que enlazaras un día con otro debido a la tranquilidad que allí se
vive.
Nuestro viaje
desde Asturias comenzó el jueves 10 de julio cogiendo el avión hacia Barcelona,
y luego destino Atenas. Es increíble cómo cuando te vas a algún sitio de vacaciones
en ningún momento se te hace pesado el viaje y no te importa lo que dure ni lo pesado que pueda llegar a ser. Llegamos a las tres de la mañana al
aeropuerto de la capital griega y ya con ganas de acercarnos a nuestro destino,
el Alysio, así que preferimos coger el autobús que nos llevaría hasta el centro
nada más llegar y esperar en la estación de autobuses. Tengo que reconocer que
por suerte me puedo dormir en cualquier sitio con lo que la hora que duró el
trayecto no me enteré de mucho, pero mi compañera de viaje y amiga, más
despierta que yo me contó ya sus primeras impresiones del país, llamándole la
atención sobre todo las luces de neón que adornaban las iglesias ortodoxas (y
que como todos sabemos en España identificamos con otro tipo de destino
totalmente opuesto) y que el conductor del autobús en algún momento pareció ir
a dejar a algún colega fuera de ruta por los sitios tan insólitos por los que
circuló; de todas formas siendo de noche tampoco era posible ver demasiado de
lo que nos rodeaba.
Una vez que
llegamos a la estación de autobuses de Atenas, localizamos la taquilla en donde
tendríamos que comprar los billetes con destino Lefkada y en donde estaría el
Alysio con su tripulación esperándonos. Buscamos unos bancos en donde descansar
todo lo posible hasta que amaneciera y allí pudimos dormir un poco. Y la verdad
que a pesar de los malos olores que había y que tampoco era una estación que
precisamente tuviera muchos lujos, en ningún momento tuvimos ninguna sensación
de inseguridad. En torno a las seis de la mañana la actividad que empezó a
haber a nuestro alrededor nos despertó y después de un desayuno reparador con
un estupendo zumo de naranja natural que por cierto no encuentras en cualquier
sitio, compramos los billetes y para el autobús… ¡ya quedaba menos! Eso sí, no
sé cómo puede haber una tasa de desempleo tan elevada en Grecia teniendo en
cuenta que hay una taquilla para cada destino con una persona en cada una por
supuesto y aparte del conductor de cada autobús hay otro empleado que se
encarga de meter los equipajes… a eso se le llama repartir el trabajo, y en
otros países cada vez más máquinas sustituyendo a los humanos.
La estación de autobuses de Atenas |
A lo que
vamos, ya de camino a nuestro destino, ¡qué poco faltaba ya…! Yo como otra vez
me dormí (qué le voy a hacer, cuando el cuerpo me lo pide a ello, porque sino
no soy persona) pues me entero de algo del trayecto gracias a Susana, ya que
cuando despierto para cambiar de postura me va contando, y una de las cosas que
más llamaban la atención eran la gran cantidad de pequeñitas capillas tamaño
casa de muñecas que había en los arcenes a lo largo de toda la carretera como
santuarios.
Camino a Lefkada |
VIERNES 11 de
Julio. En torno a las doce y media de la mañana llegamos al fin. Y allí nos está esperando Joseba, al que en seguida reconocimos por alguna
media foto que habíamos visto en el blog, y hay que decir que la primera
impresión fue buena lo cual se agradece teniendo en cuenta que ya no había
vuelta atrás. Las presentaciones pertinentes y vamos en dirección al velero que
sería nuestro hogar durante los próximos días y que estaba atracado a diez
minutos en el puerto de Lefkada. Nos explica que están reponiendo agua,
combustible, y por supuesto y muy importante llenando la despensa y también esperando
por la colada que habían dejado en la lavandería, eso sí, ya nos deja claro por
si acaso y para evitar posibles sorpresas que atracar en los puertos no es lo
normal, aunque según fueron pasando los días también estábamos encantadas con
estar lejos de la civilización.
El puerto de Lefkada, donde está atracado el Alysio |
Nuestra
primera impresión del Alysio y la tripulación… aprobado y con muy buena nota.
Yo creo que todavía no me creía que estaba allí. Lo único que no me gustó
mucho, aunque por lo visto era la única con problemas en este aspecto fue la
pasarela de acceso al barco, sé que siempre fui un poco torpe así que no se si
acabaré sin caerme al mar, no me haría mucha gracia aunque estoy segura de que
nos reiríamos todos mucho, incluida yo misma. Y es que por mucho que me digan
que tengo que poner el trasero hacia delante para subir a ella yo lo pongo para
atrás, no hay manera, es que está demasiado lejos… así que voy a meter en el
buzón de sugerencias ¡un cambio de pasarela!
El acogedor interior del Alysio. Todo muy bien aprovechado |
La primera
comida la hacemos en el barco, un delicioso pisto con huevos escalfados, el
menú no se me ha olvidado gracias a nuestro capitán que desde el primer momento
está atento a todo y hasta se fija en que aparto un poco del huevo que no está
totalmente cuajado. Pero todo hay que decirlo, eso no quita para que me
encantara lo que comí. Además ya pudimos empezar a descubrir las excelentes
aptitudes tanto de Amaia como de Santxo como cocineros, que por cierto leyendo
hacia atrás en el blog ya han sido alabadas por anteriores tripulantes, pero es
que lo raro sería lo contrario. ¡Y pensar que estaba preocupada por si en algún
momento me tocaba a mí hacer alguna comida! Preocupación ya no tanto por mí que
soy fácil de conformar en tema comida sino porque el resto de compañeros de
viaje iban a pasar un poco de hambre. Así que no sólo respiré porque me había
liberado de una tarea para la que estoy infinitamente menos capacitada que los
que ya la estaban haciendo, sino que además ellos estaban encantados y hasta
admitían sugerencias.
Así va pasando
el primer día como una primera toma de contacto y conocemos nuestro camarote,
que por cierto fuimos unas privilegiadas según nos dimos cuenta después porque
nos toca uno de los de popa que son más amplios. Además también vamos sabiendo
donde está cada cosa y aunque en principio parecía que estaba todo muy claro
porque a primera vista no había demasiados huecos, fue increíble cómo a lo
largo del viaje cada día aparecía un lugar nuevo lleno de bebida, comida,
herramientas… También nos dimos una vuelta por el puerto, e incluso empezamos a
colaborar yendo a la lavandería a buscar la colada, que aunque pueda parecer
una tontería a quien esté leyendo esto, a nosotras hasta nos hacía ilusión,
estábamos igual que niñas con zapatos nuevos como se suele decir. De paso
aprovechamos para localizar las duchas, ya íbamos con la lección aprendida de
que el agua en el barco era un bien enormemente preciado así que antes de que
nos racionaran el disfrute de una buena ducha, sobre todo después de un viaje
bastante acaloradas, aprovechamos a refrescarnos un poco, ¡y cómo lo
agradecimos!
A la hora de
la cena aprovechando que estamos en puerto salimos a cenar a una taberna,
nosotras todavía no lo sabíamos pero hacer ésto era lo excepcional con lo que
había que ponerse nuestras “mejores galas”. Cenamos muy bien y descubrimos una
de las primeras diferencias a la hora de atender a los clientes entre España y
Grecia porque los griegos te atienden muy rápido, y te sirven todavía más
rápido y luego pasan totalmente de ti, es como decir… “come y hasta la hora de
pagar no molestes más que yo ya cumplí”. Pero por supuesto ninguna queja, el
dueño magnífico anfitrión paseando por las mesas y preguntando a todos los
clientes si estaban contentos. Otra diferencia, que para ellos el postre es algo secundario,
de hecho prácticamente prescinden de él, aunque la verdad después de las delicias
que probamos tampoco nos quedaban muchas ganas de postre; a mí como es algo que
me encanta tengo que decir que los quesos exquisitos, y eso que yo soy de una
tierra en la que precisamente no hay escasez de quesos y podemos presumir de la
gran variedad que hay. Y como muestra de lo que les gusta cocinar tanto Amaia
como Santxo tomaron nota de algún que otro plato para probar a hacerlo ellos,
es que no se les escapaba ni una oportunidad.
Después de la cena algunos volvieron en seguida al barco y nosotras dimos un paseo por el pueblo con Joseba y Álvaro que nos acompañaron, ellos ya más acostumbrados a todo aquello, pero para nosotras todo era novedad y no queríamos perdernos la oportunidad de ver un poco la vida nocturna del lugar. Mucho turista, todos los comercios abiertos e incluso las iglesias, que nos impresionaron por los retablos, como dijo Susana muy acertadamente, eran tan llamativos y recargados como la vestimenta de los propios sacerdotes ortodoxos.
El interior de una de las iglesias ortodoxas que visitamos. Aquí nos permitieron hacer fotos. |
En seguida
volvemos para el barco con ganas de acostarnos, ya el cuerpo nos pedía descanso
y nada más probar la cama hay que decir que realmente cómoda, cosa que pudimos
confirmar a lo largo de las nueve noches que dormimos en ella, no fue un
espejismo producto del cansancio del primer día.
1 comentario:
PhotoYa era hora.
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