Y ya llegó el día que al principio de este
viaje parecía tan lejos, el último día en el "Alysio". Para reponernos de la jornada tan ajetreada que habíamos tenido el día anterior y terminar de hacer las reparaciones necesarias, pasamos la mañana fondeados en Puerto
Leone. Y realmente fue el broche de oro para un viaje increíble.
Puerto Leone |
Aprovechamos para visitar las ruinas del pueblo abandonado que se entreveía en medio de la frondosa vegetación, la pena fue que no pudimos llevar la cámara ya que nos acercamos hasta tierra nadando; pero nos hubiera encantado haber hecho fotos de los restos de las casas, del cementerio que quizás incluso acogiera todavía a alguien que en el pasado hubiera habitado entre aquellos muros que un día fueron las cuatro paredes de su hogar, la prensa que en otros tiempo usaron los pobladores para hacer aceite y que seguía intacta, la gran cantidad de árboles de olivo con unos troncos espectaculares por las formas tan retorcidamente artísticas que tenían… Ahora sólo había silencio, roto por el zumbido de las abejas, pero al andar entre las piedras te podías imaginar cómo pudo haber sido aquel pueblo cuando estaba habitado por las muchas sensaciones que trasmitía. Y casi como si estuviera custodiando el lugar, en lo más alto, también había una iglesia pero que estaba en perfecto estado dado que había sido reconstruida recientemente, de hecho nos dijeron que seguía usándose; al estar cerrada no pudimos entrar pero tenía unos ventanucos a los que nos asomamos para ver el interior y no dejaba de sorprendernos una vez más, que un pequeño templo en un sitio abandonado estuviera tan ornamentado y cuidado.
http://www.lamagalquilerbarcosgrecia.com/port-leone/
En lo alto la iglesia y a la izquierda los restos de la prensa para el aceite |
El resto de la mañana lo pasamos prácticamente todo el tiempo en el agua, buscando peces exóticos y no tan exóticos entre las rocas y disfrutando del que sería nuestro último baño en este viaje.
Además nuestros vecinos del Buka también nos dieron bastante entretenimiento aunque se dejaron ver bastante poco. Únicamente la tripulación era algo más sociable y el escaso movimiento que había era por parte de ellos cumpliendo con sus obligaciones.
Parte de la tripulación... |
...disfrutando del lugar |
Joseba acabó
de rematar la reparación que quedaba por concluir, ayudado por nuestros vecinos
del “Nan”, y más tarde ya disfrutamos de la comida y un pequeño descanso antes
de ponernos de nuevo en camino.
Y ya nuestro último recorrido en esta aventura, dirección Vathi para recoger los billetes que nos llevarían a Susana y a mí hasta Atenas. Esta vez fue ella quien se estrenó pilotando, no podía marcharse sin probar la experiencia ya que se había atrevido con todo y era lo único que le quedaba por hacer.
El último regalo del Alysio, en el pique de proa con el viento soplando y las olas rompiendo contra el casco |
Y ya nuestro último recorrido en esta aventura, dirección Vathi para recoger los billetes que nos llevarían a Susana y a mí hasta Atenas. Esta vez fue ella quien se estrenó pilotando, no podía marcharse sin probar la experiencia ya que se había atrevido con todo y era lo único que le quedaba por hacer.
Absorta pilotando |
Llegamos a
Vathi, tan bonita la entrada al puerto como en nuestra anterior visita. Y esta
vez sí que podíamos ducharnos y adecentarnos, privilegio indiscutible para
quien dejaba el "Alysio". Aunque el resto de la tripulación también esta vez tuvo el mismo privilegio puesto que íbamos a
cenar en el puerto con nuestros compañeros de viaje del “Nan”. Una cena muy
rica en una pequeña taberna , con una noche realmente agradable y como siempre
muy buena compañía, aunque no era lo mismo que nuestras cenas en las calas de
sitios despoblados y rodeados por el Egeo. Hubo quien después de
cenar prefirió ir a tomar una última copa y dar un paseo pero volvieron en
seguida y nos pudimos despedir de Lourdes, Ángela, Vicente y Toni, los miembros
del “Nan”, no llegamos a coincidir demasiado con vosotros pero quedamos encantadas de
conoceros.
Terminamos de
preparar la maleta y cuando ya teníamos todo recogido nos fuimos para la cama. Los días habían pasado volando ya había llegado la última noche en nuestro camarote del "Alysio". La pena fue que no habíamos contado con la
posibilidad de que fuéramos a pasarla en puerto; durante todo el viaje nos había dado envidia de los compañeros que se habían bañado
durante la noche bajo la luna llena, o en aguas ricas en plancton brillando con la luz
azulada de los seres microscópicos que la producen, así que nuestra intención era que para despedirnos en condiciones, la última noche teníamos que darnos ese baño que tanto nos había apetecido… pero no pudo ser. A cambio
una noche en puerto y con los ruidos propios de la civilización a la que había
que ir acostumbrándose de nuevo sí o sí.
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